lunes, 16 de septiembre de 2019

¿Juicio político al gobernador Mariano Arcioni o huelga general provincial?


¿A quiénes beneficia una salida institucional del conflicto? ¿Por qué pone tan nerviosa a las conducciones sindicales la autoorganización de los trabajadores? ¿Los ejemplos de la Asamblea Interhospitalaria de Cordillera en 2018 y del Plenario de Delegados Provinciales Docentes marcan el camino?

                                       


Por Alejandro Marino


Desde que la crisis económica y política estallara en el primer semestre del año pasado un sector del kirchnerismo trata de instalar la necesidad de un juicio político al gobernador del Chubut, Mariano Arcioni. Los propósitos nunca estuvieron claros. Con el pasar de las semanas, y en paralelo al pacto de gobernabilidad implícito proporcionado por las conducciones sindicales y la Legislatura provincial, esta idea se fue diluyendo. Incluso durante los últimos meses del 2018 y hasta el cierre de listas provinciales del presente año (mediados de febrero), sectores que responden a Cristina Fernández de Kirchner, como el diputado nacional de La Cámpora, Santiago Igón, hicieron lo imposible para convencer a Arcioni de ir juntos a las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). Como se sabe, el gobernador no aceptó esta propuesta de alianza y fue reelecto, acompañado por el intendente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre, para seguir al frente del Ejecutivo provincial por los próximos 4 años. Ello no fue un inconveniente para que Alberto Fernández y Cristina Fernández lo recibieran con los brazos abiertos y lo invitaran a distintos actos de la campaña electoral. Sergio Massa, padrino político de Arcioni, cumplió un rol fundamental al respecto.


La situación económica de la provincia es acuciante. Al endeudamiento iniciado en la última parte del segundo período de Mario das Neves al frente de la Gobernación (2007-2011), continuado por Martín Buzzi del Frente para la Victoria (2011-2015), se le sumó el realizado por la actual gestión. Antes de fallecer, Das Neves volvió a pedir préstamos casi en su totalidad en dólares. En mayo de 2016 solicitó 50 millones de dólares y en julio del mismo año otros 650 millones en la moneda estadounidense a una tasa del 7,75% a pagar en 10 años. “Entre 2017 y 2022 la provincia deberá pagar 54 millones de dólares anuales en concepto de intereses, en 2023 serán 52 millones, mientras que en el período 2024-2025, otros 50 millones por cada año, y el último pago serán 38 millones de dólares en 2026. En total son 514 millones de dólares en concepto de servicios por la deuda adquirida en moneda extranjera durante 2016 (sin contemplar la devolución del capital)”, describe el periodista Sebastián Premici en su libro, recientemente editado, titulado “La Patagonia ajustada. Las políticas del macrismo en la región (Premici , 2019, pág. 30)”.


A ello se agrega que la inflación en la Patagonia fue la más alta del país en el último período, llegando al 50,6%, mientras que en el resto del país promedió el 47,6%. Por su parte, la desocupación también aumentó, produciéndose la “pérdida de al menos 7100 puestos de trabajo directos, de los cuales 2100 correspondieron al sector de hidrocarburos” (Ibídem, Pág. 66). A esta cifra hay que sumarle los puestos indirectos, que según el autor mencionado en el sector hidrocarburos serían de otras 2000 personas. El aglomerado Trelew-Rawson llegó a estar liderando el ranking de desocupación con más del 12% de trabajadores en esa situación. Y 35% de su población se registró por debajo de la línea de la pobreza en el segundo semestre de 2018, es decir 49.151 personas. Como bien señala Premici, “El Pacto Fiscal fue la estratagema del Gobierno nacional para trasladarle a las provincias su política de ajuste” (Ibídem Pág. 86).


Más de dos meses sin clases por el paro de docentes y auxiliares de la educación, escuelas ocupadas por los estudiantes que reclaman mejores condiciones edilicias, jubilados movilizados, la obra social provincial (SEROS) suspendida porque el Gobierno no realiza los aportes en tiempo y forma, la ruptura en la cadena de pago a los proveedores del Estado, toma de dependencias estatales en varios puntos de la provincia, piquetes en las principales rutas, pueblada en Sarmiento para evitar represión a corte de ruta, ataque paraestatal comandado por el secretario General del Sindicato del Petróleo y Gas Privado del Chubut y miembro de la comisión directiva de la empresa estatal Petrominera, Jorge “Loma” Ávila, al cual el pueblo de Comodoro Rivadavia responde con una movilización en repudio de más de 30 mil personas, que es acompañada en otras ciudades con miles en las calles, ollas populares y festivales en solidaridad a la lucha de trabajadores estatales por doquier: en definitiva, una provincia movilizada en sus cuatro puntos cardinales que construye por abajo lo que, de distintas posiciones políticas, llaman “Chubutazo”.


Ante este panorama, no debería extrañar que la gobernabilidad de un Ejecutivo provincial, que fue reelecto hace tan solo 3 meses, esté puesta en cuestión. Quizá a un lector desprevenido o de otra provincia pueda sorprenderle la susodicha reelección de Arcioni, más teniendo en cuenta que el año pasado su gobierno pendió de un hilo durante el primer semestre. Pero la sorpresa tiene patas cortas si recordamos que: 1) ninguna de las CGTs del Chubut le hizo al menos un paro provincial a esta gestión, pese a ser una de las provincias más afectadas por las políticas ajuste de Mauricio Macri, que fueron acompañadas a rajatabla primero por Das Neves y luego por el actual mandatario provincial; 2) el recurrente cacareo ante los medios de comunicación de la Mesa de Unidad Sindical (MUS), hegemonizada por el kirchnerismo, no fue acompañado por el endurecimiento de los métodos de lucha y, sobre todo, evitó por todos los medios la deliberación de las bases en los combates que protagonizó; 3) una Legislatura condescendiente que le aprobó el pacto fiscal, el endeudamiento y las refinanciaciones del mismo. Es decir, sin la complicidad del PJ-kirchnerismo no se puede entender la reelección mencionada.


Todo juicio es político


La compleja combinación de estos elementos deriva en un combo singular caracterizado por una abnegada disposición a la lucha de las bases estatales, con el límite de conducciones sindicales desprestigiadas y un gobierno que pese a ser reelecto hace tan solo 3 meses por más de 20 mil votos está en la cuerda floja. No es de sorprender, entonces, que luego de meses de lucha amplios sectores combativos quieran resolver el conflicto lo antes posible. En ese contexto la consigna de "juicio político a Arcioni" es levantada por genuinos contingentes de luchadores de forma honesta. Más allá de las intenciones, cabe preguntarse si objetivamente esta consigna contribuye al triunfo de la lucha o, por el contrario, solo beneficia a operadores políticos sedientos de aprovechar el momento de debilidad del gobierno. A ello habría que sumar, si una resolución por los andariveles de la institucionalidad burguesa, en detrimento de los métodos de acción directa de las masas, es posible en la actual situación sin que la misma implique un costo importante a mediano o largo plazo para los trabajadores.


La Ciencia Política liberal ha reflexionado en numerosos trabajos sobre la inestabilidad de los regímenes constitucionales en América Latina. En general los textos clásicos contraponen una supuesta inestabilidad inherentes a los sistemas presidencialistas (con la excepción de Estados Unidos) respecto a los parlamentarios, en su mayoría europeos. Estos intelectuales del régimen en las últimas décadas han visto con beneplácito la reconducción de las crisis por los canales institucionales, es decir, sin recurrir a golpes militares. Los juicios políticos a presidentes latinoamericanos están en el centro de varias de estas resoluciones. Un breve repaso por dichas argumentaciones nos pueden ayudar a pensar sobre la consigna mencionada para nuestra provincia.


Quizás el principal trabajo en lengua española sobre el tema señalado lo haya escrito el politólogo Aníbal Pérez-Liñán en su “Juicio político al presidente y nueva inestabilidad en América Latina”. El autor parte del concepto de crisis presidencial para desplegar su argumentación: “Usamos el concepto de ´crisis presidencial` para referirnos a casos graves de conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo en los cuales una de las ramas electas del gobierno busca la disolución de la otra (Pérez-Liñán, 2009, pág. 26)”.


Prosigue Pérez-Liñán: “Entre 1950 y 2004, hubo aproximadamente 58 crisis presidenciales en América Latina, pero en sólo seis de ellas se llevó a cabo un intento serio de iniciar juicio político al presidente, y 21 de ellas incluyeron golpes militares (Ibídem, 27)”. El libro abarca los intentos de juicios políticos desde 1992 a 2004, fue publicado en inglés en 2006 y en español en 2009.


El autor advierte que “(…) las crisis presidenciales por sí solas no crean inestabilidad. Aproximadamente la mitad (el 45%) de las crisis presidenciales que tuvieron lugar en América Latina en este período resultó en algún tipo de intervención militar y el 36% en un golpe miliar con todas las características habituales. Este libro, sin embargo, se inspiró en el hecho de que la gran mayoría de las crisis presidenciales de los últimos 15 años no se han relacionado en absoluto con ninguna forma de colapso del régimen democrático (Ibídem, 29)”.


Uno de los aspectos interesantes del balance que realiza Pérez-Liñán es que, a pesar de estar escrito desde una perspectiva neoinstitucionalista, no deja de reconocer la centralidad de la economía en la suerte de los gobiernos. “Aunque el procesamiento en juicio político fue el resultado de acusaciones específicas (…), la opinión generalizada parece indicar que las reformas económicas impopulares y un desempeño económico insatisfactorio fueron factores importantes para explicar la aparición del malestar popular en esos países (Ibídem, 149)”.


Este estado de cosas, lo lleva a concluir al autor que: “Ha surgido un nuevo patrón de inestabilidad política en América Latina. Cobró forma en los años noventa y se consolidó a comienzos de la década del 2000. A diferencia de la experiencia de décadas pasadas, es probable que esta tendencia no comprometa la estabilidad de los regímenes democráticos, pero es letal para los gobiernos democráticos. En el lapso de unos pocos años, las crisis políticas sin quiebre del régimen se han convertido en un acontecimiento común en la política de América Latina y el juicio político presidencial se ha convertido en la principal expresión constitucional de esta tendencia (Ibídem, 321)”.


Si bien Pérez-Liñán acepta que “la remoción del presidente por medio del Congreso indica una catástrofe política, no una mera realineación partidaria” (ibídem, 326), el balance general para el autor no deja de ser positivo respecto a la posibilidad de la reconducción de las crisis por los canales de la institucionalidad burguesa, sin necesidad de recurrir a golpes militares.


Otro politólogo, Andrés Malamud, siguiendo la línea señalada, expresa con indisimulable optimismo que: “Hasta 2005 la probabilidad de que un presidente terminara su mandato era apenas superior a la de que no lo hiciera. Y de repente la inestabilidad se terminó. El péndulo cruzó limpiamente para el otro lado y la reelección se tornó garantizada: presidente que la buscaba la lograba (Malamud, 2018, pág. 219)”. El saldo positivo para Malamud se basa en que desde 1986 a 2005 se produjeron 13 interrupciones presidenciales y 5 reelecciones presidenciales, mientras que desde 2006 a 2017 las interrupciones fueron tan solo 2 y las reelecciones 10.


Se observa en ambos autores un claro halo de triunfalismo respecto a la consolidación de las democracias burguesas en la región, y de ahí que reivindiquen con más o menos críticas el procedimiento del juicio político como mecanismo para resolver crisis institucionales, que en general son el producto directo de catástrofes económicas padecidas por las masas populares. 


Para entender de lo que estamos hablando será útil remitirnos al proceso que se conoció como “Chubutazo” y que derivó, entre otras cosas, en la renuncia del entonces gobernador Néstor Perl (PJ). Las analogías con aquel proceso están a la orden del día desde el primer semestre del año pasado no solo en los análisis políticos en los medios de comunicación locales, sino en los cantitos que hacen en las movilizaciones, e incluso se publicó un periódico titulado de esa forma.



El historiador Gonzalo Pérez Álvarez en su libro “Patagonia. Conflictividad social y neoliberalismo. El noreste de Chubut (1990-2005)” describe que en septiembre de 1990, en momentos donde la lucha se acercaba a momentos decisivos: “Los gremios estatales realizaron un plenario con la presencia de ATE, SITRAVICH, ATECH, decidiendo mantener el proceso de lucha hasta que se pague lo adeudado. La crisis social se siguió expresando al interior del gobierno y el vicegobernador (Fernando Consentino) solicitó la renuncia de Perl. La UCR propuso el juicio político, acompañando el pedido que ya había hecho la Comisión de Padres de Puerto Madryn y Comodoro Rivadavia. Entre los voceros de esas comisiones, hay varios dirigentes radicales que ocuparían puestos en el futuro gobierno (Pérez Álvarez, 2013, pág. 192)”.


Para un resumen en la web de las exposiciones esgrimidas por el autor, podés leer el enlace que compartimos acá. En el libro mencionado, Pérez Álvarez señala que hacia mediados de octubre “se precipita el intento de resolución de la crisis desde la institucionalidad burguesa, con el juicio político a Perl que llevaría a su suspensión y el relevo por parte del vice, Consentino. A fin de mes el juicio político avanza hacia la suspensión de Perl, quien antes presenta su renuncia. A nivel nacional, el gobierno (de Carlos Menem) anuncia que esto frena toda posibilidad de intervención y apoya a Consentino con declaraciones de funcionarios de primera línea (Ibídem, 194)”.


Según el historiador el conflicto se cierra aproximadamente a mediados de noviembre, “dejando como principal saldo, en términos corporativos, el logro de conseguir frenar el intento de despidos masivos en el Estado, manteniendo esos puestos de trabajo a cambio de aceptar el congelamiento salarial y la quita de derechos laborales. Esta suerte de ´acuerdo tácito` entre gobiernos provinciales y trabajadores estatales, atravesó gran parte de la década del noventa (Ibídem, 195)”.


Salvo por los trabajos que citamos, la izquierda no cuenta con investigaciones serias sobre lo que se conoció como “Chubutazo”. Más aun, se deben un profundo balance al respecto. Eso posibilitaría o alertaría al menos para que, entre otras cosas, no se tropiece nuevamente con las mismas piedras, como hasta el momento pareciera que viene sucediendo. ¿El mayor peligro? El seguidismo a las burocracias sindicales y a los partidos patronales, en especial el PJ-kirchnerismo.


Luego de la renuncia de Perl, tras el inicio del proceso de juicio político, si bien se lograron algunas conquistas no menores, vino todo un período de consolidación de políticas de ajustes primero con Consentino y luego en las gestiones radicales, en especial en la primera de Carlos Maestro. La salida institucional no garantiza el triunfo de los reclamos populares. Incluso más, son las que recomiendan los principales intelectuales del régimen, como vimos más arriba.


En la Ciencia Política burguesa se hace alusión a una supuesta “parlamentarización” de los sistemas presidencialistas en clara referencia al carácter de veto que supone la posibilidad de cortar mandatos de representantes que llegan a ocupar sus cargos mediante las elecciones. Para que ello ocurra, además de crisis económicas y movilizaciones populares, Pérez-Liñán afirma que deben registrarse escándalos políticos de magnitud (en general alude a casos de corrupción), medios de comunicación que den relevancia a los mismos y no contar con un escudo parlamentario para defenderse a la hora de la votación. Todas estas últimas condiciones están presentes en Chubut y Mariano Arcioni es consciente de ello. A todo eso debe agregarse que se tejen distintos tipos de especulaciones sobre una salida anticipada del gobernador, una de ellas es la asunción del intendente de Puerto Madryn, Sastre, al frente del Ejecutivo provincial a partir del 10 de diciembre, con un gobierno de transición hasta esa fecha que podría estar en manos del PJ-kirchnerismo de cara a consolidar la alianza que ya se dio a nivel nacional entre Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández.


De lo anterior se desprende que la resolución a los conflictos debe buscarse en la movilización y la autoorganización de los trabajadores, en la cual se delibere ampliamente desde las bases un plan de lucha que tenga por objetivo arrancarle todas las reivindicaciones al gobierno. Quizá el mayor ejemplo de la coordinación desde las bases de la autoorganización haya sido el proceso que se dio el año pasado en cordillera con las Asambleas Interhospitalarias, que funcionaban de forma itinerante en las distintas localidades de la región con representantes elegidos democráticamente en cada uno de los nosocomios estatales. Por ese camino también se inscribe el histórico plenario de delegados provinciales docentes arrancado a la conducción de la ATECh por sus bases y que se desarrollará mañana en Rawson a partir de las 9 horas en la Escuela N 729. Tan nerviosa puso a la cúpula de ATECh el plenario que recién comunicó el horario y lugar donde se efectuará el mismo con menos de 24 horas de antelación.





El gobierno provincial, los partidos patronales en Legislatura y las burocracias sindicales lo tienen bien en claro: lo peor que les puede pasar es que las masas laboriosas coordinen democráticamente y se autoorganicen desde las bases. Allí se corre el riesgo de perder el control de la situación y con ello todos pueden ser objeto de cuestionamiento público por el rol que cumplen en la lucha. Una cosa es que Arcioni caiga producto de la movilización y otra muy distinta es que su salida sea reconducida por arriba, por los andariveles de la institucionalidad burguesa. Por ello se hace imprescindible que los plenarios de delegados se desplieguen en toda la provincia, que incluya a afiliados y no afiliados, a jubilados y a desocupados, que una lazos con los estudiantes y confluya en una gran asamblea unificada que construya la huelga general provincial, y que sea acompañada con otras medidas de acción directa como los piquetes en las principales rutas del territorio y/o las ocupaciones de dependencias estatales. La construcción del “Chubutazo” debe convertirse en un ejemplo para el resto de la clase trabajadora y los sectores populares del país. Eso es lo que buscan evitar a consciencia las clases dominantes en nuestra provincia y sus aliados: las burocracias sindicales.


Referencias

Malamud, A. (2018). El oficio más antiguo del mundo. Secretos, mentiras y belleza de la política. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Capital intelectual.

Pérez Álvarez, G. (2013). Patagonia. Conflictividad social y neoliberalismo. El noreste de Chubut (1990-2005) . Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Imago Mundi.

Pérez-Liñán, A. (2009). Juicio político al presidente y nueva estabilidad política en América Latina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Premici , S. (2019). La Patagonia ajustada. Las políticas del macrismo en la región. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Acercándonos Ediciones.

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