domingo, 24 de noviembre de 2019

Alejandro Horowicz: “El primer punto de un golpe de Estado es que hay un proceso de agotamiento político”


¿Hubo o no golpe de Estado en Bolivia? Consultamos al reconocido intelectual de izquierda por la situación que vive América Latina y, en particular, sobre el proceso boliviano.

Ilustración Gastón Spur


Por Iván Marín


Los levantamientos populares de los últimos meses a lo largo y ancho del planeta Tierra son motivo de análisis de los principales medios de comunicación y de la intelectualidad. En la izquierda hay consenso en que son un nuevo episodio de la crisis económica abierta en 2007-2008, que tuvo su epicentro con la caída del Lehman Brothers. Los agudos enfrentamientos en Puerto Rico, Haití, Ecuador, Chile y Colombia parecen indicar que el continente ingresó en una nueva etapa que ponen en cuestión el sistema de dominación del capitalismo en la región. Uno de los procesos más complejos es el que se vive en Bolivia: la renuncia de Evo Morales a la presidencia despertó infinitud de caracterizaciones. Uno de los debates en curso es si se produjo o no un golpe de Estado. De toda esta compleja situación, y en particular del último tema mencionado, charlamos con Alejandro Horowicz.


Ensayista, periodista, doctor en Ciencias Sociales, titular de la cátedra Los Cambios en el Sistema Político Mundial en la Carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, Horowicz escribió un libro titulado “Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional”. Allí, entre otras cosas, vierte un análisis de las causas estructurales de los golpes de Estado en nuestro país. Motivo por el cual nos pareció pertinente entrevistarlo para que nos dé su opinión sobre los acontecimientos bolivianos. Horowicz, además, tiene en su haber una obra reconocida por propios y extraños, ineludible en cualquier análisis serio del peronismo: “Los cuatro peronismos”. A comienzo de 2019 dio a luz “El huracán rojo. De Francia a Rusia. 1789/1917”, un frondoso, minucioso y polémico análisis del concepto de doble poder para el período que se anuncia en el título.


“El primer punto de un golpe de Estado, el primer punto de un gobierno derrocado por la fuerza, es que hay un proceso de descomposición o agotamiento político”, advierte el entrevistado. Y destaca en relación a la situación que vive el país hermano: “En Bolivia lo que acaba de pasar es básicamente que el agotamiento de un proceso político mediante un golpe de Estado muestra que Evo Morales no pudo seguir”.


Horowicz también fue consultado por las caracterizaciones triunfalistas respecto a supuestas consolidaciones de las democracias burguesas en las últimas tres décadas que subrayan intelectuales del régimen, en particular politólogos de extracción liberal. El asunto viene a cuenta de la resolución de crisis políticas mediante juicios políticos y no por golpes de Estados clásicos, como solía ocurrir en décadas anteriores. El punto de inflexión en nuestro continente fue el impeachment al presidente de Brasil, Fernando Collor de Mello, en 1992.


“El secreto de la voladura chilena es básicamente entender que el modelo de dominación para América Latina supone una calidad e intensidad tan importante de dolor y desesperanza que vuelve imposible que eso asuma la forma de un conteo electoral”, describe en relación a la situación en el subcontinente.


La entrevista la compartimos en dos formatos: en audio mediante enlace a YouTube y su respectiva desgrabación que te dejamos a continuación.






La idea es charlar un poco sobre la situación que está viviendo Latinoamérica y en particular Bolivia. Escribiste un libro muy interesante sobre los golpes de Estados en nuestro país, y justamente a partir de eso y del debate que hay en la intelectualidad o acerca de si lo que ocurre en Bolivia es o no un golpe de Estado. Así que esa es la primera pregunta.

En general se trata casi de un tecnicismo político provocar la caída de un gobierno por un método no constitucional, no parlamentario, se asimila un golpe de Estado, más allá del uso explícito, implícito o relativo de la fuerza. Los golpes de Estado pueden tener las características del golpe del ´30, esto es un golpe que se hace con una pequeñísima minoría militar, en ese caso los cadetes. O puede ser un golpe que se hace como en el ´76 donde las tres fuerzas armadas están encolumnadas bajo la bandera de los golpistas. Es innegable que las situaciones políticas no son equiparables, pero eso habla más bien de la naturaleza de la crisis militar.


Pero lo más importante para entender en un golpe de Estado, y sobre todo para entender en un acto de fuerza para derrocar a un gobierno, es precisamente qué es lo que lo hace posible. Y este es el punto clave porque hay dos explicaciones que no explican. Y una es la tradicional, la de los traidores, y la otra es la de la Embajada de los Estados Unidos. Es decir, nadie ignora que en un proceso del golpe de Estado hay determinada cantidad de hombres y mujeres que se pasan de bando y esta deserción hace posible la situación. Pero los motivos políticos que hacen posible semejante comportamiento en cada caso deben ser dilucidados. Y que el poder antagónico a los gobiernos populares actúa como actúa, siempre está presente la traición, la Embajada de los Estados Unidos, o relativamente presente, no explica de ningún modo el problema.


El primer punto de un golpe de Estado, el primer punto de un gobierno derrocado por la fuerza, es que hay un proceso de descomposición o agotamiento político. Y esto debe ser el primer término que debe precisar el propio campo porque de lo contrario más que explicar algo es simplemente la negativa a hacer semejante análisis. Esto es, un derrotismo implícito que no permite nunca evitar ni poner coto ni defender ninguna democracia plebeya.


En Bolivia lo que acaba de pasar es básicamente que el agotamiento de un proceso político mediante un golpe de Estado muestra que Evo Morales no pudo seguir.


Se desprende de todo eso que obviamente no alcanza con la caracterización de golpe de Estado sino que también hay que entender justamente por qué no puede seguir Evo a partir del debilitamiento de su gobierno y de lo que eso implica.

Así es.


¿En los golpes de Estado, sobre todo en Latinoamérica, está vinculado siempre la cuestión de los países dependientes respecto del imperialismo?

Conviene entender que la dependencia no es un fenómeno relativo respecto a un país en particular, sino que es la naturaleza de la relación de ese Estado nacional respecto del mercado mundial. Este es el primer elemento distintivo. El segundo elemento distintivo es que en este momento no existe ningún Estado nacional que no sea dependiente respecto del mercado mundial. Porque todos actúan en la arena del mercado mundial y todos están determinados por la gramática del mercado mundial. Salvo China, que es el último país que tiene política nacional y cuya política nacional y la política del mercado mundial prácticamente son una misma cosa, queda sumamente claro que ni los Estados Unidos pueden evitar esto. Y basta entender que el intento frustrado, o a medias frustrado del gobierno de Trump (Donald) de enfrentar la política comercial del mercado mundial, la famosa guerra comercial, no hace sino saber hasta qué punto los propios Estados Unidos intentan establecer, mal, ciertas barreras defensivas que en última instancia el mercado mundial destrozará y pondrá fin porque esa es la lógica general del funcionamiento sistémico.


¿Este golpe de Estado que se produjo en Bolivia lo podés comparar con algún otro golpe clásico en Latinoamérica o en nuestro país, o tiene características muy singulares?

En general las comparaciones tienen algo de verdadero. Los golpes de Estado son obviamente comparables entre sí. Porque hay un fenómeno que conviene entender, que es la gramática del golpe de Estado, que es el momento en que el partido del Estado y el partido de gobierno, que ejecuta el programa del partido del Estado, entran en crisis. Y en consecuencia cuando no hay ningún otro relevo parlamentario posible allí es cuando sucede el acto de fuerza que resuelve esa crisis que no tiene solución parlamentaria.


La crisis política boliviana es una crisis muy particular porque nadie sabe todavía cuál va a ser su desenlace, más allá de cómo viene transcurriendo. Porque no queda claro si va a haber un proceso electoral que va a saldar en definitiva esta crisis. Si este golpe de Estado circunstancial, o este acto quebradizo, logra o no estabilizarse. Si los enfrentamientos que tiene el gobierno, llamémoslo así, golpista lograrán ser un punto de recomposición del bloque de clases dominante o si este tembladeral sigue y desembocamos lisa y llanamente en una guerra civil. Todos estos elementos están presentes en la crisis boliviana, y de ninguna manera es posible saber ya en qué dirección termina porque todo el tiempo hay negociaciones que dan una posible salida, digamos, electoral, y en tal caso veremos en qué desemboca, y si la salida electoral constituye o no un punto de relativa estabilidad. La densidad y las condiciones de fluidez política de la crisis boliviana son absolutamente inéditas y muestran la particularidad de un proceso que tal cual estaba con Evo no era posible seguir, y al mismo tiempo sin Evo es imposible gobernar. Y en esas condiciones tan particulares vemos la escena política del día de mañana.


En la ciencia política liberal se ha puesto mucho en relieve, sobre todo a partir del juicio político a Collor de Mello en Brasil, cómo las democracias capitalistas en Latinoamérica han logrado resolver crisis políticas sin salirse de los rieles constitucionales. ¿Vos qué relación encontrás entre los golpes de Estados y los juicios políticos?

La relación es la crisis política. La salida de la crisis política depende, entre otras cosas, de las relaciones de fuerza. Y las relaciones de fuerza dependen de cómo los distintos segmentos de la sociedad son capaces o no de conformar alternativas posibles de gobierno. El secreto de la crisis de Collor de Mello es que no era exactamente un gobierno popular, sino que era un gobierno que tenía una mayoría circunstancial parlamentaria en un país donde un partido nacional difícilmente gobierne más del 20 por ciento del Congreso. En consecuencia, en una estructura cuya descomposición política institucional arranca en el vamos en términos donde ningún poder ejecutivo puede sin corromper el Congreso gobernar, pues bien, creer que ese es un orden político que tiene relativa estabilidad es simplemente una engaña pichanga que en las formas permite reconocer como democrático. Porque democrático, desde la perspectiva puramente liberal, quiere decir legal. Todo lo que es legal es democrático; todo lo que es legal es justo, y todo lo que es legal es según el orden político vigente. Ninguna de estas tres cosas es cierta y ese es el problema.


¿Cómo ves el panorama político internacional a nivel mundial pero sobre todo en Latinoamérica? Todo parece indicar que estamos entrando en una nueva etapa.

Acá lo que queda claro es lo siguiente: un sistema de dominación entra en crisis en el momento en que los que quedan afuera, y buena parte de los que están adentro, tienen condiciones invivibles. Chile es la expresión perfecta de entender el grado de la gobernabilidad hasta que la gobernabilidad salta por los aires. Las víctimas del orden político chileno tienen distintas categorías pero el secreto es que cuando la compacta mayoría es víctima del orden existente, creer que ese orden tiene viabilidad institucional es francamente un disparate analítico. Que en Bolivia haya volado ahora tiene un conjunto de explicaciones más coyunturales. El secreto de la voladura chilena es básicamente entender que el modelo de dominación para América Latina supone una calidad e intensidad tan importante de dolor y desesperanza que vuelve imposible que eso asuma la forma de un conteo electoral.


¿Considerás que es probable que estemos entrando a una etapa más de conjunto en América Latina de choques, de avances y retrocesos, guerras civiles?

Hay que entender que básicamente la idea de la institucionalidad como idea de la reflexión política es una idea vacua, es una idea que de ninguna manera se plantea los problemas que las sociedades latinoamericanas tienen que enfrentar y resolver. No se plantea problemas no solo de la distribución del ingreso, que en Chile llega a valores inenarrables de antagonismo. La idea de que en Chile puede haber una distribución más regresiva que la que propone la General Motors; en la General Motors en 1970 un operario ganaba 30 veces menos que un gerente, hoy gana 300 veces menos que un gerente. La idea que esto pueda conformar un orden nacional estabilizado es una imbecilidad que no resiste el menor análisis.




viernes, 8 de noviembre de 2019

Tras la renuncia de Massoni, se cocina un “Pacto Social” contra los trabajadores


La desorientación de las fuerzas políticas patronales en Chubut las lleva a una impotente intentona de rubricación de la “paz social” mientras se profundiza la crisis estructural de la provincia, bautizada en las calles como “Chubutazo” aunque aun no termine de “explotar”.


Ilustración Gastón Spur


Por Iván Marín

“La crisis política en Chubut anticipa lo que sucederá en el país más temprano que tarde”. Esa afirmación ha sido replicada en más de una oportunidad no solo por las prensas partidarias de izquierda o alternativas, sino por los medios hegemónicos del régimen. La represión a la docencia ayer, con la detención del secretario General de la ATECh (Asociación de Trabajadores de la Educación), el inmediato llamado a paro nacional para hoy viernes por la CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina) y la renuncia del principal funcionario del gobierno de Mariano Arcioni, el ministro Coordinador de Gabinete Federico Massoni, es un episodio más de esta crisis abierta hace más cuatro meses, a la que en distintos puntos de la provincia bautizan como “Chubutazo”.


Arcioni llegó a hacerse cargo del Ejecutivo provincial tras la muerte de Mario Das Neves el 31 de octubre de 2017. El 9 de junio último resultó triunfador de las elecciones provinciales en la categoría a gobernador junto a Ricardo Sastre, por Chubut al Frente, la fuerza política creada por Das Neves que recluta en su mayor parte a militantes peronistas, y en menor grado radicales y de otros espacios. Entre febrero y marzo el gobierno firmó acuerdos paritarios homologados con la mayoría de los sindicatos estatales, entre los que se destacan la cláusula gatillo con los docentes.


A los pocos días de ser electo, el gobernador anunció que volvería el pago escalonado en el Estado, como ocurriera a partir del primer semestre del año pasado y que derivara en el inicio de un proceso con movilizaciones masivas en toda la provincia, cortes de rutas, ocupaciones de edificios públicas y represiones varias.


La provincia se encuentra endeudada hasta la coronilla resultado de la política de las gestiones anteriores pero sobre todo de la actual. En mayo de 2016 solicitó 50 millones de dólares y en julio del mismo año otros 650 millones en la moneda estadounidense a una tasa del 7,75% a pagar en 10 años. “Entre 2017 y 2022 la provincia deberá pagar 54 millones de dólares anuales en concepto de intereses, en 2023 serán 52 millones, mientras que en el período 2024-2025, otros 50 millones por cada año, y el último pago serán 38 millones de dólares en 2026. En total son 514 millones de dólares en concepto de servicios por la deuda adquirida en moneda extranjera durante 2016 (sin contemplar la devolución del capital)”, describe el periodista Sebastián Premici en su libro, recientemente editado, titulado “La Patagonia ajustada. Las políticas del macrismo en la región (Premici , 2019, pág. 30)”.


Durante estos últimos 4 meses la gobernabilidad de Arcioni fue puesta en cuestión pese a haber triunfado en junio con holgura sobre el Frente de Todos. Eso llevó a que en las elecciones nacionales, tras una floja performance en las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), sus candidatos nacionales y algunas intendencias declinaran sus postulaciones en favor del Frente de Todos. El acuerdo se dio luego de reuniones varias entre el gobernador y el presidente electo Alberto Fernández. Desde entonces el “Fuera Arcioni” y las amenazas de juicio político al gobernador dejaron de estar en la agenda del PJ-Kirchnerismo, aunque no de las masas movilizadas.


Inmediatamente conocidos los resultados de las generales de octubre, un sector la conducción del Partido Justicialista (PJ) del Chubut marcó la cancha y anunció la expulsión de más de 140 afiliados que participaron durante el último tiempo en elecciones representando a otras fuerzas políticas.


“Lo que se va ahora, es un PJ que tiende a cerrarse en sí mismo, intentando ser oficialistas de Alberto, y opositores de Arcioni, un gobernador que está en la «mesa» del presidente electo. ¿Se pueden cumplir ambas condiciones a la vez? Quienes entienden de álgebra pero también de política saben que es imposible. O por lo menos, muy poco probable”, señala diario El Chubut en “De puño y letra”, su última columna editorial semanal el lunes pasado.


En ese marco el anuncio del Gobierno de descontar los días de paro a los trabajadores estatales, con especial énfasis a los docentes, quienes hace más de 100 días se encuentran con medidas de fuerzas, no hizo más que revivir el descontento latente en el sector. Inmediatamente se produjeron asambleas autoconvocadas en varias localidades, en muchos casos sin la conducción de la ATECH, e incluso en las últimas horas del jueves fueron a escrachar a Massoni al gimnasio donde se entrena. No cabe duda que era el funcionario más odiado de la gestión. En ese sentido, su renuncia fue un triunfo parcial de la movilización. 


La torpeza con la que se manejó con este anuncio el gobierno no se detuvo allí, sino que se acentuó con la represión a los docentes que intentaban derribar las vallas en Casa de Gobierno y con la detención a Goodman. Las imágenes de la violencia con la que se llevaron al dirigente sindical se viralizaron inmediatamente por todo el país, y el conflicto político se volvía a nacionalizar. A CTERA no le quedó otra que anunciar un paro nacional, incluso antes de la liberación de Goodman.


Para entonces la cabeza de Massoni era pedida por todo el mundo, entre ellos el diputado nacional camporista Santiago Igón. Es así que tanto el PJ-kirchnerismo como el sector de Chubut al Frente comandado por Sastre y el intendente Adrián Maderna utilizan la debilidad del gobierno para negociar no solo un “Pacto Social” ordenado por Alberto Fernández en busca de una utópica “paz social”, sino también resolver su situación dentro del PJ. Las burocracias sindicales juegan un rol fundamental al respecto. Chubut anticipa lo que sucederá en el resto del país, y esto incluye no solo el intento de descargar la crisis sobre los trabajadores, sino también la impotencia de las fuerzas políticas patronales para resolver el asunto sin que se produzca la resistencia de las masas en las calles. La crisis del régimen se anticipa también en Chubut.


En las próximas horas se sucederán reuniones oficiales y no tanto entre las burocracias que dirigen las CGTs, CTAs y Mesas de Unidad Sindical con el Gobierno, el Frente de Todos, Chubut al Frente e incluso Cambiemos (PRO y UCR), en la que los medios de comunicación tradicionales de la zona jugarán un rol fundamental para intentar contener a la “opinión pública”.


Sin embargo, como se dijo más arriba, la crisis chubutense es estructural y está atada sobre todo a la millonaria deuda en dólares que mantiene con acreedores internacionales, en su mayoría. Por lo pronto no se percibe un salvataje nacional en el horizonte, pues eso sentaría un precedente para el resto de las provincias que se encuentran en una situación similar a la del Chubut, en un contexto donde el propio Estado nacional debe afrontar una deuda impagable.


Nada parece indicar la efectividad de un “Pacto Social” en el corto plazo sin propinarle una derrota histórica a la clase trabajadora de nuestra provincia. La correlación de fuerzas parece indicar que la resistencia a las políticas de ajuste está lejos de apaciguarse. Por el contrario, con sus flujos y reflujos, la bronca sigue latente, y las conducciones sindicales ven cada más horadada su legitimidad ante las bases. Los embrionarios procesos de coordinación de las luchas que se dieron en septiembre amenazan con recobrar fuerza a pesar de que las burocracias hagan lo imposible para que no se desarrollen, como por ejemplo la conducción de la ATECH que no acató lo votado en el segundo Plenario Provincial de Delegados/as Docentes para que se hiciera un tercer plenario. Dicha dilación lleva más de un mes y es obviamente funcional a los planes de Arcioni y el resto del arco patronal.


Por su parte, las fuerzas políticas del Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FITU), el PO, MST y PTS, dejaron pasar una oportunidad histórica durante la campaña electoral en nuestra provincia para darle una orientación al “Chubutazo” en curso. Sus candidatas y candidatos provinciales se resignaron a agitar las consignas que llevaban adelante sus referentes nacionales. La agitación durante la campaña de plenarios provinciales de trabajadores, la construcción de la huelga general, el “Fuera Arcioni” y la asamblea constituyente libre soberana hubieran fortalecido una perspectiva de poder a la clase trabajadora en nuestra provincia ante este nuevo capítulo en que se encuentra en la lucha por defender sus conquistas. Se hace imprescindible tomar esta orientación para los convulsionados tiempos que vivimos.