La charla que dio en Trelew confirma la profundización de la
deriva democratizante del PTS y la huida a balancear los procesos de lucha en
los que participa, en este caso el de los estatales en Chubut. Autobombo en
redes sociales versus construcción partidaria revolucionaria.
Por Iván Marín
El sábado 30 de septiembre Christian Castillo, dirigente del
Partido de los Trabajadores Socialista (PTS), dio una charla en el paquete bar
La Dolores. Lo acompañó en la mesa la docente Noemí Barra y la trabajadora de
la salud Lucía.
La exposición, que versó sobre la situación que se atraviesa
en Chile y Bolivia, recién se difundió en redes sociales el mismo día que se
llevó adelante, por lo que tuvo un carácter semiabierto, es decir cerrado. Por
redes sociales transmitieron solo la intervención de Castillo. Se infiere, a
partir del análisis que haremos, que los organizadores buscaron evitar el
debate abierto con público foráneo que pusiese en cuestión la orientación
política del PTS en el último tiempo.
La actividad se desarrolló mientras el “Chubutazo”, ese
proceso al que caracterizamos como “la respuesta en las calles de los
trabajadores estatales (pasivos y activos) y los estudiantes a los intentos de
los gobiernos de Arcioni y Macri de descargar la crisis sobre sus espaldas”,
ingresó en un impasse a partir de los primeros pasos que dieron el
PJ-kirchnerismo y las cúpulas que integran la Mesa de Unidad Sindical para
sellar junto al gobierno de Mariano Arcioni un “Pacto Social” ordenado por el
presidente electo Alberto Fernández. La magnitud de la deuda de la provincia (y
los elevados compromisos a pagar en el corto plazo), los altos índices de
desocupación y precarización laboral, como así también la creciente
pauperización de las condiciones de vida, hacen muy precario cualquier tipo de
acuerdo que pretenda contener el descontento social.
Lo señalado en el párrafo anterior no es un detalle menor.
El PTS en vez de organizar una charla para balancear el proceso de lucha de los
estatales en nuestra provincia y en particular su intervención como partido en
el mismo, en el marco de una situación internacional convulsionada, procede al
revés: impulsa una actividad sobre las luchas de los pueblos chilenos y
bolivianos que no solo las desliga de la crisis económica mundial de las que
son su resultado, sino que ubica el “Chubutazo” como un proceso con vida propia
desligado por completo del escenario mencionado.
Es así que Castillo al comienzo de su análisis le recalca al
público: “Vienen de haber protagonizado un proceso de lucha que no hubo en
ningún otro lado del país y de algún modo parte de la experiencia que va a
empezar a hacer la clase trabajadora con el nuevo gobierno peronista, en parte
se ha hecho al menos en una vanguardia en la provincia contra el gobierno de
Arcioni”. Y, como no podía ser de otra manera, inmediatamente hizo referencia a
los resultados electorales: “En ese sentido creo hay una explicación de por qué
la elección del Frente de Izquierda acá fue mejor que la de las PASO (Primarias
Abiertas, Simultáneas y Obligatorias)”, para luego resaltar que “ese es un dato
de la particularidad provincial”.
Insistimos: en vez de articular el proceso chubutense con el
que se vive en varios países de Latinoamérica, que tiene entre otras
características principales Estados enormemente endeudados con acreedores
internacionales y pueblos empobrecidos por pagar esos compromisos que se
movilizan por mejores condiciones de vida generando crisis políticas de
envergadura, Castillo prefirió hacer una mención de compromiso a la situación de
Chubut y resaltar los resultados electorales del Frente de Izquierda,
desconociendo que eso no implicó un mayor reclutamiento de fuerza militante y
mucho menos de una intervención correcta en el escenario de lucha.
Luego de incursionar en las situaciones en Chile y Bolivia, donde
primó la descripción de los acontecimientos y el autobombo al informar que
tienen agrupaciones hermanas (pequeñísimas) en esos países, intentó abordar muy
tangencialmente algunas polémicas dentro de la izquierda pero falseando
posiciones. Por ejemplo, respecto al proceso chileno señaló que la Tendencia
del Partido Obrero “no le da importancia a que el proletariado no está en el
centro”, cuando en realidad lo que plantea ese sector es que la revolución será
obra de las masas no de una vanguardia. En un pasaje archicitado de su Historia de la Revolución Rusa, León
Trotsky se manifiesta sobre el particular:
“Sólo
estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a
comprender el papel de los partidos y los caudillos, que en modo alguno
queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante de este
proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía,
como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero, sea como fuere, lo
que impulsa el movimiento no es la
caldera ni el pistón, sino el vapor”.
El dirigente del PTS acentúa la orientación que tomaron
inmediatamente tras el fracaso electoral para tratar de abroquelar a su propia
base: el autobombo respecto de la construcción a nivel internacional como si
esto por sí mismo significaría una intervención revolucionaria en los procesos y la supuesta mayor influencia ideológica con La Izquierda Diario luego de realizar encuestas a hermanos/as, novios/as, padres, abuelos/as, amigos/as y personas cercanas a sus militantes.
En todo caso, lo que debería primar en toda polémica es con qué programa y
estrategia se afrontan los escenarios convulsivos.
Para mayor claridad tenemos el caso del “Chubutazo” donde el
PTS es protagonista. Dijo al Chipi al respecto: “La caída del gobernador
(Mariano Arcioni) producto de la movilización estuvo ahí, no fue por falta de
lucha de clases sino”, comienza señalando correctamente, y agrega justificándose
que “nuestro peso (PTS) era muy limitado como para poder jugar un lugar
decisivo. Eso mismo se reactualiza en cada uno de los hechos de la lucha de clases
que estamos viviendo ahora”.
Al menos tres cuestiones se desprenden de esta última afirmación
que Castillo, obviamente, pasó por alto. La primera de ellas es por qué el peso
del PTS es limitado en la provincia y en particular en la lucha estatal, siendo
que se sabía que Chubut comenzó una política de endeudamiento hace
aproximadamente una década, que pegó un salto fenomenal en 2016 con la
adquisición de dos préstamos que sumaron 700 millones de dólares (más otros 515
de intereses), que hay una historia de grandes batallas de clases y que en
particular desde 2014 se presagiaba que se podría llegar a la situación por la que
se atraviesa en la actualidad. Es de conocimiento público que al interior del
PTS en la zona hubo una discusión sobre qué orientación debía tener la
construcción partidaria en donde la dirección nacional planteaba (sin dar
segundas opciones) que necesariamente tenía que ser la universidad, y un sector
de los que construían el partido en Trelew una y otra vez dijeron que debía ser
en la docencia. Esta polémica derivó, luego de enfrentamientos de tono faccionales
(con métodos de camarilla) impulsados por la dirección, en el alejamiento del
sector en disidencia. La lucha de clases se encargó de saldar la discusión.
La segunda cuestión sin abordar por el dirigente es la
intervención del PTS en la lucha, no muy distinta por cierto al del resto de
las fuerzas que integran el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FITU).
En estas páginas hemos impulsado en más de una oportunidad esta polémica. Baste
decir que el inicio del “Chubutazo” este año coincidió con el proceso electoral
nacional. Dijimos en un artículo sobre el particular:
“(…)
se dejó pasar una oportunidad histórica. Quizá como en ningún otro lado, en
Chubut se expresó a la luz de todo el mundo la crisis estratégica en la que
está envuelta la izquierda revolucionaria en nuestro país, y que viene
señalando la Tendencia del Partido Obrero. Una izquierda que pretende abordar
de forma parlamentaria problemas estructurales que padecen las masas. Una
izquierda que no apuesta a darle una perspectiva de poder a los trabajadores,
que no puso la campaña electoral al servicio del “Chubutazo”, sino que se valió
del mismo para tratar de subir los porcentajes pretendidos. Los números
reflejan que en Chubut había recepción para realizar una campaña revolucionaria”.
Esto se refleja en el hecho de que:
“No
solo estuvo ausente de las consignas de agitación de la campaña electoral el
´Fuera Arcioni` que resuena en cada una de las movilizaciones provinciales,
sino también la necesidad de coordinar las luchas mediante plenarios o
asambleas de delegados. Tampoco se aprovechó a denunciar el rol que juega la
burocracia sindical como escollo para que se desarrolle el proceso, en
particular la MUS y las CGTs y CTAs. Ni siquiera hubo referencia alguna a la
tibia exigencia de un paro de 36 horas a las centrales sindicales. Desde ya, la
imprescindible consigna de ´huelga general`, en una provincia paralizada hace
más de tres meses en el ámbito estatal, brilló por su ausencia. En ese marco,
tampoco puede sorprender que no hayan agitado la necesidad de una asamblea
constituyente libre y soberana, que revoque todos los poderes del estado y
discuta una provincia sobre nuevas bases sociales, en perspectiva de un
gobierno de los trabajadores”.
Hay que agregar que el PTS además le hizo seguidismo a
varias de las maniobras de la MUS y el PJ-Kirchnerismo para desviar la lucha:
por ejemplo cuando se quiso canalizarla por la vía legislativa con un proyecto
distraccionista, al igual de lo ocurrido el año pasado, o sin poner en el
centro de la orientación la necesidad de plenarios provinciales de delegados
para tratar de achicar la brecha entre la vanguardia y el resto de los
trabajadores que permaneció más pasivo.
Por último, y no menos importante, el PTS nunca impulsó un
plenario con la vanguardia para hacer un balance de los acontecimientos, y
sobre todo de su intervención en los mismos, en estas últimas dos semanas.
En definitiva, un Chipi Castillo descafeinado, mucho más
cerca de un Fernando Rosso (posiblemente el más peronista de los trotskistas
del PTS), con un discurso lavadísimo, muy alejado de aquel Castillo que se ganó
un lugar dentro del trotskismo vernáculo por sus análisis agudos y críticos
incluso con las propias intervenciones. Debe señalarse que para muchos Castillo
es la única figura pública del PTS con una formación marxista profunda capaz de
discutirle de igual a igual a cualquier cuadro de la burguesía sin recurrir a
respuestas armadas por asesores electorales y de imágenes, como ocurrió con
Nicolás del Caño en el debate presidencial, o en cada una de las
participaciones de sus referentes, incluso en actos públicos.
De lo que se concluye que no alcanza con tener algunos
militantes en Chile o Bolivia. De lo que se trata en primera instancia, como se
dijo más arriba, es de tener en claro primero que nada el programa y la
estrategia para intervenir en los procesos de lucha.
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