Con seguridad, como en ninguna otra parte del país, quedó
claro que los resultados electorales no resolverán la crisis estructural que
atraviesa nuestra provincia. ¿Del spoileo de la bancarrota del régimen al
spoileo de la intervención del Frente de Izquierda?
Por Iván Marín
Sin sorpresas, en Chubut el Frente de Todos aventajó con
comodidad en la categoría presidencial a Juntos por el Cambio: según datos
provisorios 167.164 (52,16%) votos contra 94.685 (29,54%). Muy lejos aparece en
tercer lugar Consenso Federal con 24.326 (7,59%); le sigue el Frente Nos con 13.746
(4,28%), luego el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad (FITU) con
12,727 (3,97%) y cierra Unite por la Libertad y la Dignidad con 7.814 (2,43).
En tanto que 7.327 (2,19%) personas votaron en blanco.
La fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández fue la que
más provecho sacó de las políticas de ajuste de los cuatro años de Mauricio
Macri al frente del Ejecutivo nacional, pese a que los despidos en el sector
privado de la provincia (en especial en el petróleo) comenzaron en los últimos
meses de Cristina Fernández en la presidencia. Durante la gestión nacional del
macrismo en la provincia se perdieron más de 7 mil puestos de trabajos
directos, de los cuales más de 2 mil corresponden al sector hidrocarburos
donde, además, otras 2 mil personas relacionadas de forma indirecta con el
rubro también perdieron su trabajo.
La convulsionada situación provincial hacía particularmente
interesante saber qué iba a ocurrir en la categoría a diputados nacionales. Recuérdese
que en Chubut se desdoblaron las elecciones provinciales, resultando
triunfadora para la gobernación la fórmula Mariano Arcioni-Ricardo Sastre de
Chubut al Frente. Arcioni se hizo cargo del ejecutivo luego del fallecimiento
de Mario das Neves a fines de octubre de 2017. Al poco tiempo profundizó las
políticas de ajuste, entre las que se destaca el pago en forma escalonada a los
estatales, con la excepción de la Policía del Chubut. Lo que llevó a que el año
pasado la provincia estuviera paralizada en el primer semestre con ocupaciones
de edificios públicos, piquetes, movilizaciones multitudinarias y paros y
retenciones de servicios de los trabajadores.
El proceso se reactivó en julio del presente año ante el
regreso del pago escalonado y el no cumplimiento de las paritarias firmadas y
homologadas en febrero y marzo, a pocas semanas de las PASO (Primarias
Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), que se desarrollaron el 9 de abril.
Bautizado por las propias masas movilizadas como “Chubutazo”, el proceso este
año por momentos cobró mayor radicalidad que en 2018, aunque persiste el límite
de ser dirigido por la Mesa de Unidad Sindical (MUS), que en su mayoría
responden al PJ-Kirchnerismo. Incluso un aliado político a Alberto Fernández
como Jorge “Loma” Ávila, secretario General del Sindicato del Petróleo y Gas
Privado, envió a una patota a atacar un piquete de estatales en rutas petroleras.
En ese marco, el Frente de Todos obtuvo dos de las tres
bancas en disputa, ingresando Santiago Igón y Estela Hernández tras obtener
153.550 (53,29%) votos. La otra diputación quedó en manos Ignacio Torres, el
referente del PRO en Juntos por al Cambio, a quien votaron 93.255 (32,36%)
personas. Más atrás viene el Movimiento Polo Social Chubut, que fue en alianza
con el Frente Nos de Juan Gómez Centurión, con 21.727 (7,54%). El FITU, que
llevaba de candidatos a Gloria Sáez (PO), Daniel Ruiz (PSTU), (recientemente liberado tras
estar detenido más de un año por movilizar contra la reforma previsional en
diciembre de 2017 y que no participó en ningún spot), y a Emilse Saavedra (MST), obtuvo 14.605 (5,06%) votos. Por último, al Partido Independiente del Chubut lo
votaron 4.996 (1,73%) personas. Debe destacarse el alto índice de votos en
blanco, que llegó según el relevamiento provisorio a las 35.054 (10,64%)
personas, a las que se le deben sumar otras 5.483 a quienes se le anularon los
votos, entre los cuales hay casi 500 recurridos.
Al igual que en el resto del país, pero con mayor notoriedad
en nuestra provincia por el “Chubutazo” en curso, la campaña electoral se
caracterizó porque ninguna de las fuerzas políticas en disputa advirtió que las
elecciones no resolverán los graves padecimientos que aquejan al pueblo
trabajador. En ese sentido, las elecciones como expresión distorsionada de la
consciencia de las masas, reflejan en nuestra provincia el hartazgo a las políticas
de Macri con el voto al Frente de Todos. Aunque el apoyo a los Fernández debe
ser matizado si se tiene en cuenta el alto porcentaje de votos en
blanco en diputados nacionales, obteniendo el tercer lugar en esa categoría.
Lo llamativo del asunto es el rol que jugó el Frente de Izquierda
en esta campaña electoral. Sus spots y materiales de agitación se limitaron a
reproducir los materiales de la campaña nacional, en marcada contradicción con
la caracterización que hacen en sus prensas partidarias del proceso de Chubut
como un adelanto de lo que ocurrirá en el resto del país. Cabría preguntarse si
así como la crisis en nuestra provincia spoilea un futuro cercano a nivel
nacional, no solo en cuanto al intento de descargarla sobre la espalda de los
trabajadores, sino sobre el rol que jugarán los partidos patronales y la
burocracia sindical, también spoilea la futura intervención del Frente de Izquierda.
La fracción oficial del Partido Obrero, que se ufana hace
varios meses en ser supuestamente la primera en agitar la consigna “Fuera
Arcioni”, en su balance sobre las elecciones omite hacer referencia a que la
misma se llevó adelante mientras se desarrolla el “Chubutazo”, nombre con el
que titularon varios de sus artículos en las últimas semanas. Desde ya,
reconocer eso, implica necesariamente aceptar el carácter despolitizado de la
campaña, en el sentido de no brindarle a los protagonistas del “Chubutazo” una
caracterización correcta de la situación de la provincia y, sobre todo, una
orientación con perspectiva de poder para el triunfo de la lucha.
No solo estuvo ausente de las consignas de agitación de la campaña
electoral el “Fuera Arcioni” que resuena en cada una de las movilizaciones
provinciales, sino también la necesidad de coordinar las luchas mediante
plenarios o asambleas de delegados. Tampoco se aprovechó a denunciar el rol que
juega la burocracia sindical como escollo para que se desarrolle el proceso, en
particular la MUS y las CGTs y CTAs. Ni siquiera hubo referencia alguna a la
tibia exigencia de un paro de 36 horas a las centrales sindicales. Desde ya, la
imprescindible consigna de “huelga general”, en una provincia paralizada hace
más de tres meses en el ámbito estatal, brilló por su ausencia. En ese marco, tampoco
puede sorprender que no hayan agitado la necesidad de una asamblea
constituyente libre y soberana, que revoque todos los poderes del estado y discuta
una provincia sobre nuevas bases sociales, en perspectiva de un gobierno de los
trabajadores.
Es decir, se dejó pasar una oportunidad histórica. Quizá
como en ningún otro lado, en Chubut se expresó a la luz de todo el mundo la
crisis estratégica en la que está envuelta la izquierda revolucionaria en
nuestro país, y que viene señalando la Tendencia del Partido Obrero. Una
izquierda que pretende abordar de forma parlamentaria problemas estructurales
que padecen las masas. Una izquierda que no apuesta a darle una perspectiva de
poder a los trabajadores, que no puso la campaña electoral al servicio del
“Chubutazo”, sino que se valió del mismo para tratar de subir los porcentajes
pretendidos. Los números reflejan que en Chubut había recepción para realizar
una campaña revolucionaria.
Pero Chubut no es una isla en nuestro país, ni en el
continente. Ecuador, Chile y Haití, por citar los casos más relevantes en la
actualidad, viven momentos de aguda confrontación no ya contra políticas de
ajuste sino contra el régimen en su conjunto. La crisis económica internacional
que comenzó en 2008 amenaza con dar un nuevo salto en el futuro inmediato, reactualizando necesariamente en el escenario la lucha de clases. La
izquierda revolucionaria debe prepararse para ello con los métodos históricos de
la clase obrera y con una perspectiva de poder independiente de la burguesía y,
por ende, en ruptura con el capitalismo: un gobierno de los trabajadores.
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