¿El proceso se reduce a la enorme lucha docente o es algo
mucho más profundo? Cualquier propuesta de orientación para la consolidación y
triunfo de la lucha debe partir de una caracterización seria.
Por Iván Marín
El “Paso, paso, paso,
se viene el Chubutazo”, se escuchó después de mucho tiempo en la provincia
en las multitudinarias movilizaciones del año pasado protagonizadas por los
trabajadores estatales en respuesta a la profundización de las medidas de
ajuste del recientemente asumido al frente del Ejecutivo provincial, Mariano
Arcioni. Desde entonces, el fantasma de un “Chubutazo” ha recorrido cada una de
las manifestaciones en Chubut. La inspiración, claro está, viene del proceso que terminó con la gobernación de Néstor Perl en octubre de 1990.
Tras la muerte del exgobernador Mario das Neves (31/10/17),
Arcioni inmediatamente pretendió profundizar las políticas económicas que
ordenaba para todo el país Mauricio Macri. Se intentó descargar un ajuste
brutal en primer lugar contra los trabajadores estatales. De alguna forma, como
respuesta a ello, nació la Mesa de Unidad Sindical (MUS), un acuerdo de las
cúpulas sindicales para tratar de conducir y contener las movilizaciones y el
descontento que necesariamente se iba a expresar en lo inmediato en las calles.
El 9 de enero de 2018 movilizaron a Legislatura desde toda la provincia contra
la sesión extraordinaria para aprobar el Pacto Fiscal y la Ley de Emergencia.
Las consecuencias del criminal endeudamiento de la provincia de las últimas gestiones, pero sobre el efectuado en 2016, tuvo como consecuencia un ajuste brutal sobre los bolsillos de los trabajadores y las dependencias estatales.
Durante los meses de enero y febrero el gobierno provincial adelantaba que no habría recomposiciones salariales, que en algunos casos debía del año anterior. A comienzo de marzo comenzaron las grandes movilizaciones tras conocerse que los estatales cobrarían en forma escalonada. Para entonces los hospitales públicos ya sufrían profundas crisis por desabastecimientos de insumos, falta de personal e incluso problemas edilicios. Esta situación se extendía a educación y al Poder Judicial, como así también a otras dependencias del Estado. Lo que llevó a que trabajadores en distintos puntos de la provincia acompañaran las movilizaciones y cortes de rutas con ocupaciones de secretarías, llegando a su punto más álgido con la ocupación y acampe en el ministerio de Educación en Rawson por parte de cientos de docentes.
Los resultados de esas acciones fueron dispares. Aun falta
un balance crítico y minucioso del asunto. Pero si bien no se lograron obtener
todos los reclamos, se alcanzaron recomposiciones salariales que más o menos
estaban a tono con la inflación, es decir superiores a las del ámbito privado. El
gobierno, por su parte, también suscribió una serie de compromisos para
revertir el vaciamiento en servicios que presta el Estado que nunca cumplió. El
mayor saldo de ese proceso fue la incorporación de nuevos contingentes de
luchadores/as en toda la provincia, el surgimiento de amplios sectores
autoconvocados (no antisindicales sino cuestionadores de las conducciones), e
incluso de manifestaciones embrionarias de coordinadoras como la Asamblea
Interhospitalaria del Noroeste del Chubut.
Todo ese proceso vivido en 2018 fue el caldo de cultivo para
el que vive en la actualidad Chubut. A diferencia del año pasado, esta vez las
bases confían mucho menos en la MUS, que se encuentra más debilitada por el
alejamiento de ATE y otros sindicatos. En los ya casi tres meses de lucha se
produjeron puebladas para evitar represiones a piquetes (Sarmiento);
movilizaciones masivas en toda la provincia tras el ataque de una patota de
Jorge “Loma” Ávila, secretario General del Sindicato del Petróleo y Gas Privado
del Chubut, a estatales que se encontraban cortando rutas petroleras; lo mismo
ocurrió tras las muertes en un accidente automovilístico, luego de participar
de un Plenario Provincial de Delagados/as, de las docentes Jorgelina y Cristina,
que incluyó el incendio de Legislatura y puerta 2 de Casa de Gobierno; bloqueos
a la poderosa Aluar y playa de Tanques de YPF en Comodoro Rivadavia, dejando
sin distribución de combustible a todo el sur chubutense, Santa Cruz y Tierra
del Fuego, provocando el corte de energía eléctrica en algunos poblados;
piquetes numerosos en rutas nacionales y provinciales y, al igual que el año
pasado, ocupaciones y acampes en dependencias estatales. Este año, además,
cuenta con amplio protagonismo de trabajadores viales, auxiliares de la
educación, estudiantes secundarios y jubilados.
Lo más cualitativo del proceso en curso, además de las
medidas de acción directa y los paros y retenciones de servicios, que en algunos casos, como el docente llevan 12 semanas, sin dudas son los embrionarios desarrollos de
coordinación desde las bases que se están llevando adelante: las asambleas interhospitalarias
se extendieron hacia toda la provincia; la docencia ya lleva dos plenarios
provinciales de delegados/as y en pocos días volverá a realizar otro; ayer
trabajadores del hospital regional de Comodoro Rivadavia votaron exigir a la
conducción provincial de ATE un plenario de todos los delegados de hospitales
de la provincia; en Esquel, Comodoro Rivadavia, la Comarca Andina y en lo que
fue el acampe en Legislatura se realizaron asambleas intersectoriales. Todas
estas formas de coordinación se hacen a pesar de las conducciones sindicales y
han puesto en alerta no solo al gobierno de Mariano Arcioni, sino al resto de
los partidos patronales.
Salvo algunos episodios puntuales, el proceso aun no ha
desbordado los márgenes de la institucionalidad burguesa, ni se han producido
grandes enfrentamientos con sus fuerzas represivas, por lo que el Estado aun no
ha perdido del control de la situación. Lo que no implica que la “gobernabilidad”
no se haya puesto en cuestión. El “Fuera Arcioni” es una consigna generalizada,
aunque por el momento prima como salida institucional mediante la figura del “juicio
político”, que ningún diputado parece seriamente dispuesto a llevar adelante,
al menos por ahora. Otro límite es que aun ni el sector privado ni los
trabajadores desocupados se han sumado en masa al proceso, aunque no han dejado
de mostrar simpatías y solidaridad con el mismo, en particular los petroleros
de Comodoro Rivadavia y Sarmiento, con sus muestras de apoyo a los piquetes en
esas zonas.
Otra característica insoslayable que recorre todo el proceso
es el contundente rechazo popular a los intentos de instalar la megaminería en
la provincia. Cualquier tentativa de avanzar con estas intenciones serán
replicadas con levantamientos populares generalizados y sin dudas serán
acompañados de enfrentamientos directos contra el Estado y sus fuerzas
represivas.
De todo lo anterior se desprende que lo que se conoce como “Chubutazo”
es un proceso abierto. Bautizado así por las propias masas que lo protagonizan,
es evidente que aun no cobró la radicalidad de otros “azos” conocidos por la
rica historia de luchas de las masas de nuestro país. Por lo pronto, podemos
señalar que, al menos hasta ahora, el “Chubutazo” es la respuesta en las calles de los
trabajadores estatales (pasivos y activos) y los estudiantes a los intentos de
los gobiernos de Arcioni y Macri en descargar la crisis sobre sus espaldas.
En las últimas semanas el rol del Frente de Todos y de las
burocracias sindicales ha quedado más claro para las bases, principales sujetos
del “Chubutazo”. Por ello los intentos de coordinación se ven como una
respuesta a las maniobras para desmovilizar y sacar a los trabajadores de las
calles, como ordenó Alberto Fernández.
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