¿Hubo o no golpe de Estado en Bolivia? Consultamos al
reconocido intelectual de izquierda por la situación que vive América Latina y, en particular, sobre el proceso boliviano.
Ilustración Gastón Spur
Por Iván Marín
Los levantamientos populares de los últimos meses a lo largo
y ancho del planeta Tierra son motivo de análisis de los principales medios de
comunicación y de la intelectualidad. En la izquierda hay consenso en que son
un nuevo episodio de la crisis económica abierta en 2007-2008, que tuvo su epicentro
con la caída del Lehman Brothers. Los agudos enfrentamientos en Puerto Rico,
Haití, Ecuador, Chile y Colombia parecen indicar que el continente ingresó en
una nueva etapa que ponen en cuestión el sistema de dominación del capitalismo
en la región. Uno de los procesos más complejos es el que se vive en Bolivia: la
renuncia de Evo Morales a la presidencia despertó infinitud de
caracterizaciones. Uno de los debates en curso es si se produjo o no un golpe
de Estado. De toda esta compleja situación, y en particular del último tema
mencionado, charlamos con Alejandro Horowicz.
Ensayista, periodista, doctor en Ciencias Sociales, titular
de la cátedra Los Cambios en el Sistema Político Mundial en la Carrera de
Sociología en la Universidad de Buenos Aires, Horowicz escribió un libro
titulado “Las dictaduras argentinas.
Historia de una frustración nacional”. Allí, entre otras cosas, vierte un
análisis de las causas estructurales de los golpes de Estado en nuestro país.
Motivo por el cual nos pareció pertinente entrevistarlo para que nos dé su
opinión sobre los acontecimientos bolivianos. Horowicz, además, tiene en su
haber una obra reconocida por propios y extraños, ineludible en cualquier
análisis serio del peronismo: “Los cuatro
peronismos”. A comienzo de 2019 dio a luz “El huracán rojo. De Francia a Rusia. 1789/1917”, un frondoso,
minucioso y polémico análisis del concepto de doble poder para el período que
se anuncia en el título.
“El primer punto de un golpe de Estado, el primer punto de
un gobierno derrocado por la fuerza, es que hay un proceso de descomposición o
agotamiento político”, advierte el entrevistado. Y destaca en relación a la
situación que vive el país hermano: “En Bolivia lo que acaba de pasar es
básicamente que el agotamiento de un proceso político mediante un golpe de
Estado muestra que Evo Morales no pudo seguir”.
Horowicz también fue consultado por las caracterizaciones
triunfalistas respecto a supuestas consolidaciones de las democracias burguesas
en las últimas tres décadas que subrayan intelectuales del régimen, en
particular politólogos de extracción liberal. El asunto viene a cuenta de la resolución
de crisis políticas mediante juicios políticos y no por golpes de Estados
clásicos, como solía ocurrir en décadas anteriores. El punto de inflexión en
nuestro continente fue el impeachment al presidente de Brasil, Fernando Collor
de Mello, en 1992.
“El secreto de la voladura chilena es básicamente entender
que el modelo de dominación para América Latina supone una calidad e intensidad
tan importante de dolor y desesperanza que vuelve imposible que eso asuma la
forma de un conteo electoral”, describe en relación a la situación en el
subcontinente.
La entrevista la compartimos en dos formatos: en audio
mediante enlace a YouTube y su respectiva desgrabación que te dejamos a
continuación.
La idea es charlar un
poco sobre la situación que está viviendo Latinoamérica y en particular
Bolivia. Escribiste un libro muy interesante sobre los golpes de Estados en
nuestro país, y justamente a partir de eso y del debate que hay en la
intelectualidad o acerca de si lo que ocurre en
Bolivia es o no un golpe de Estado. Así que esa es la primera pregunta.
En general se trata casi de un tecnicismo político provocar
la caída de un gobierno por un método no constitucional, no parlamentario, se
asimila un golpe de Estado, más allá del uso explícito, implícito o relativo de
la fuerza. Los golpes de Estado pueden tener las características del golpe del ´30, esto es un golpe que se hace con una pequeñísima minoría militar, en
ese caso los cadetes. O puede ser un golpe que se hace como en el ´76 donde las
tres fuerzas armadas están encolumnadas bajo la bandera de los golpistas. Es
innegable que las situaciones políticas no son equiparables, pero eso habla más
bien de la naturaleza de la crisis militar.
Pero lo más importante para entender en un golpe de Estado,
y sobre todo para entender en un acto de fuerza para derrocar a un gobierno, es
precisamente qué es lo que lo hace posible. Y este es el punto clave porque hay
dos explicaciones que no explican. Y una es la tradicional, la de los
traidores, y la otra es la de la Embajada de los Estados Unidos. Es decir,
nadie ignora que en un proceso del golpe de Estado hay determinada cantidad de
hombres y mujeres que se pasan de bando y esta deserción hace posible la
situación. Pero los motivos políticos que hacen posible semejante
comportamiento en cada caso deben ser dilucidados. Y que el poder antagónico a
los gobiernos populares actúa como actúa, siempre está presente la traición, la
Embajada de los Estados Unidos, o relativamente presente, no explica de ningún
modo el problema.
El primer punto de un golpe de Estado, el primer punto de un
gobierno derrocado por la fuerza, es que hay un proceso de descomposición o
agotamiento político. Y esto debe ser el primer término que debe precisar el
propio campo porque de lo contrario más que explicar algo es simplemente la
negativa a hacer semejante análisis. Esto es, un derrotismo implícito que no
permite nunca evitar ni poner coto ni defender ninguna democracia plebeya.
En Bolivia lo que acaba de pasar es básicamente que el
agotamiento de un proceso político mediante un golpe de Estado muestra que Evo
Morales no pudo seguir.
Se desprende de todo
eso que obviamente no alcanza con la caracterización de golpe de Estado sino
que también hay que entender justamente por qué no puede seguir Evo a partir
del debilitamiento de su gobierno y de lo que eso implica.
Así es.
¿En los golpes de
Estado, sobre todo en Latinoamérica, está vinculado siempre la cuestión de los
países dependientes respecto del imperialismo?
Conviene entender que la dependencia no es un fenómeno
relativo respecto a un país en particular, sino que es la naturaleza de la
relación de ese Estado nacional respecto del mercado mundial. Este es el primer
elemento distintivo. El segundo elemento distintivo es que en este momento no
existe ningún Estado nacional que no sea dependiente respecto del mercado
mundial. Porque todos actúan en la arena del mercado mundial y todos están
determinados por la gramática del mercado mundial. Salvo China, que es el
último país que tiene política nacional y cuya política nacional y la política
del mercado mundial prácticamente son una misma cosa, queda sumamente claro que
ni los Estados Unidos pueden evitar esto. Y basta entender que el intento
frustrado, o a medias frustrado del gobierno de Trump (Donald) de enfrentar la
política comercial del mercado mundial, la famosa guerra comercial, no hace
sino saber hasta qué punto los propios Estados Unidos intentan establecer, mal,
ciertas barreras defensivas que en última instancia el mercado mundial
destrozará y pondrá fin porque esa es la lógica general del funcionamiento
sistémico.
¿Este golpe de Estado
que se produjo en Bolivia lo podés comparar con algún otro golpe clásico en
Latinoamérica o en nuestro país, o tiene características muy singulares?
En general las comparaciones tienen algo de verdadero. Los
golpes de Estado son obviamente comparables entre sí. Porque hay un fenómeno
que conviene entender, que es la gramática del golpe de Estado, que es el
momento en que el partido del Estado y el partido de gobierno, que ejecuta el
programa del partido del Estado, entran en crisis. Y en consecuencia cuando no
hay ningún otro relevo parlamentario posible allí es cuando sucede el acto de
fuerza que resuelve esa crisis que no tiene solución parlamentaria.
La crisis política boliviana es una crisis muy particular
porque nadie sabe todavía cuál va a ser su desenlace, más allá de cómo viene
transcurriendo. Porque no queda claro si va a haber un proceso electoral que va
a saldar en definitiva esta crisis. Si este golpe de Estado circunstancial, o
este acto quebradizo, logra o no estabilizarse. Si los enfrentamientos que
tiene el gobierno, llamémoslo así, golpista lograrán ser un punto de
recomposición del bloque de clases dominante o si este tembladeral sigue y
desembocamos lisa y llanamente en una guerra civil. Todos estos elementos están
presentes en la crisis boliviana, y de ninguna manera es posible saber ya en
qué dirección termina porque todo el tiempo hay negociaciones que dan una
posible salida, digamos, electoral, y en tal caso veremos en qué desemboca, y
si la salida electoral constituye o no un punto de relativa estabilidad. La
densidad y las condiciones de fluidez política de la crisis boliviana son
absolutamente inéditas y muestran la particularidad de un proceso que tal cual
estaba con Evo no era posible seguir, y al mismo tiempo sin Evo es imposible
gobernar. Y en esas condiciones tan particulares vemos la escena política del
día de mañana.
En la ciencia
política liberal se ha puesto mucho en relieve, sobre todo a partir del juicio
político a Collor de Mello en Brasil, cómo las democracias capitalistas en
Latinoamérica han logrado resolver crisis políticas sin salirse de los rieles
constitucionales. ¿Vos qué relación encontrás entre los golpes de Estados y los
juicios políticos?
La relación es la crisis política. La salida de la crisis
política depende, entre otras cosas, de las relaciones de fuerza. Y las
relaciones de fuerza dependen de cómo los distintos segmentos de la sociedad
son capaces o no de conformar alternativas posibles de gobierno. El secreto de
la crisis de Collor de Mello es que no era exactamente un gobierno popular,
sino que era un gobierno que tenía una mayoría circunstancial parlamentaria en
un país donde un partido nacional difícilmente gobierne más del 20 por ciento
del Congreso. En consecuencia, en una estructura cuya descomposición política
institucional arranca en el vamos en términos donde ningún poder ejecutivo
puede sin corromper el Congreso gobernar, pues bien, creer que ese es un orden
político que tiene relativa estabilidad es simplemente una engaña pichanga que
en las formas permite reconocer como democrático. Porque democrático, desde la
perspectiva puramente liberal, quiere decir legal. Todo lo que es legal es
democrático; todo lo que es legal es justo, y todo lo que es legal es según el
orden político vigente. Ninguna de estas tres cosas es cierta y ese es el
problema.
¿Cómo ves el panorama
político internacional a nivel mundial pero sobre todo en Latinoamérica? Todo
parece indicar que estamos entrando en una nueva etapa.
Acá lo que queda claro es lo siguiente: un sistema de
dominación entra en crisis en el momento en que los que quedan afuera, y buena
parte de los que están adentro, tienen condiciones invivibles. Chile es la
expresión perfecta de entender el grado de la gobernabilidad hasta que la
gobernabilidad salta por los aires. Las víctimas del orden político chileno
tienen distintas categorías pero el secreto es que cuando la compacta mayoría
es víctima del orden existente, creer que ese orden tiene viabilidad
institucional es francamente un disparate analítico. Que en Bolivia haya volado
ahora tiene un conjunto de explicaciones más coyunturales. El secreto de la
voladura chilena es básicamente entender que el modelo de dominación para
América Latina supone una calidad e intensidad tan importante de dolor y
desesperanza que vuelve imposible que eso asuma la forma de un conteo
electoral.
¿Considerás que es probable
que estemos entrando a una etapa más de conjunto en América Latina de choques,
de avances y retrocesos, guerras civiles?
Hay que entender que básicamente la idea de la
institucionalidad como idea de la reflexión política es una idea vacua, es una
idea que de ninguna manera se plantea los problemas que las sociedades
latinoamericanas tienen que enfrentar y resolver. No se plantea problemas no
solo de la distribución del ingreso, que en Chile llega a valores inenarrables
de antagonismo. La idea de que en Chile puede haber una distribución más
regresiva que la que propone la General Motors; en la General Motors en 1970 un
operario ganaba 30 veces menos que un gerente, hoy gana 300 veces menos que un
gerente. La idea que esto pueda conformar un orden nacional estabilizado es una
imbecilidad que no resiste el menor análisis.
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