Tercera y penúltima entrega de los artículos escritos por Julio Magri para la revista “En Defensa del Marxismo”, en este caso su edición número 4, de septiembre de 1992.
APUNTES A LA HISTORIA DEL TROTSKISMO ARGENTINO – 3ª
PARTE. OTRA ETAPA NEFASTA DEL MORENISMO: EL PST (1971/1976)
Por Julio N. Magri
DESPUÉS DEL CORDOBAZO
El “Cordobazo” abrió una etapa revolucionaria en el país. El
29 y 30 de mayo de 1969 se reunieron los elementos de una potencial crisis
revolucionaria. En el marco de un ascenso internacional (huelga francesa,
proceso de revolución política en Checoslovaquia), las masas de Argentina
iniciaron una acción independiente, que puso fin al régimen de Onganía, una
dictadura militar semibonapartista.
El Cordobazo puso fin de un modo general a la etapa abierta
por el triunfo de la Libertadora en 1955.
En esta nueva etapa, la burguesía, por medio del gobierno de
Lanusse, planteó la política del “desvío democrático”, a través de la
legalización del peronismo en el marco de un Gran Acuerdo Nacional. El
objetivo: explotar las ilusiones de los trabajadores en el peronismo.
El gobierno de Lanusse, que subió en marzo de 1971, fue una
transición entre el semibonapartismo moribundo (Onganía) y la alianza de tipo
parlamentaria del conjunto de los partidos burgueses y el stalinismo, apoyada
tanto por la burguesía nacional como por el imperialismo. La Hora del Pueblo
(alianza radical-peronista pro-institucionalización), formada a principios de
1971, se convertirá en su expresión política y también lo será desde la
“izquierda”, el ENA (Encuentro Nacional de los Argentinos), alianza del PC con
sectores peronistas y radicales.
¿Cuáles fueron las posiciones del PRT (La Verdad), nombre
que entonces tenía la corriente morenista, en este período? El morenismo
comenzó por caracterizar a los gobiernos postonganianos como nacional-populistas
y a la Hora del Pueblo como una coalición política de contenido progresivo.
Para el morenismo, el giro histórico producido por el
Cordobazo no era el inicio de una acción histórica independiente de las masas
sino el “reanimamiento a el nacionalismo burgués”, interpretando en estos
términos “progresivos” el planteamiento del GAN, dirigido contra el
proletariado como clase. “La consecuencia de la ofensiva monopolista
imperialista yanqui contra nuestro país, por un lado, como la situación de la
burguesía nacional (…) por el otro, han provocado un reanimamiento del
nacionalismo burgués” (1).
¿Cuáles eran las características y objetivos de este “nuevo”
fenómeno? “La manifestación evidente y más resaltante de este reanimamiento del
nacionalismo burgués es la coincidencia peronista radical alrededor de un
programa económico de defensa de la economía burguesa nacional de la ofensiva
del imperialismo yanqui. El punto en común, aparentemente misterioso y azaroso,
que hace que el peronismo y el radicalismo estén unidos hoy en un frente contra
el gobierno de Levingston es la unidad de la vieja burguesía nacional en la
defensa del mercado interior y la lucha contra la penetración y colonización
imperialista yanqui, como contra el desarrollismo burgués… Este auge del
nacionalismo burgués, desarrollista o no, es en un sentido progresivo, ya que
ayuda a plantear ante el movimiento de masas la lucha contra el principal
opresor del país y las masas trabajadoras: el imperialismo yanqui” (2).
Los conceptos de la
cita precedente son un retrato perfecto del carácter del morenismo. Un año y
medio después del “Cordobazo” y del “Rosariazo”, en que las
masas, "sin ayuda” de la burguesía, nacionalista o no, adoptaron métodos
insurreccionales para tirar a Onganía, Moreno reclama la "ayuda” del “nacionalismo
burgués” para luchar contra el imperialismo. ¡Y esto a partir de un Perón
totalmente controlado por el Vaticano, la logia P-2 y varios monopolios
italianos y europeos!
Pero para el PRT (LV) la Hora del Pueblo era algo más que
una “ayuda”. “Como todo movimiento progresivo qué se pone en marcha —agregaba
Moreno— superará las consignas y direcciones que no den las soluciones
adecuadas…” (3). ¡Pero si esto era así, el nacionalismo debería acabar en un
movimiento internacionalista de la clase obrera!
A partir de esta caracterización, el morenismo apoyará
críticamente la “institucionalización”, esto es, la reconstrucción del Estado
burgués, porque éste era el significado del intento de pasar a un régimen constitucional.
En abril de 1971, el PRT (LV) planteó formar un llamado
partido obrero de “los 8”, en referencia a un sector de la burocracia
sindical que “aparecen como los enemigos acérrimos del acuerdo Paladino-Balbín,
pero se cuidan muy bien de criticar a Lanusse y a su gobierno, ya que alientan
la esperanza de poder negociar con algún sector del gobierno” (4). Aunque el
acuerdo Paladino- Balbín (o la Hora del Pueblo) había sido calificado apenas
cinco meses antes, como acabamos de ver, de “nacionalista burgués”, este sector
“crítico” es considerado igualmente nacionalista. Para el PRT (LV)
"evidentemente, no podemos descartar la posibilidad de que en su
desesperación para evitar su desaparición (“los 8”) tomen la variante correcta
(ü), aunque más no sea para chantajear (!!), de independencia política del
movimiento obrero a través de un partido laborista (!!). Si esta variante se
diera, la vanguardia del movimiento obrero debe utilizarla…” (5).
El morenismo vio en la burocracia de “los 8”, a la que
calificaba de agente del gobierno de Levingston, sucesor de Onganía, y que
buscaba serlo de Lanusse, una combinación de independencia obrera y
nacionalismo revolucionario, jactándose incluso de haberlo “pronosticado”. “Se
impone — decía el PRT (LV)— que seamos conscientes de la importancia que tienen
los movimientos nacionalistas en nuestros países. Ahora que está en vías de
gestación un movimiento de este tipo es un peligro mortal para nuestro partido no
comprender su profundo significado progresivo… Junto con el movimiento obrero,
el nacionalismo (Levingston, La Hora del Pueblo, J.M) es la gran vertiente de
la revolución socialista argentina… Se trata, en esta situación inestable en la
cual vivimos, de precisar (principalmente si se abre la perspectiva electoral)
aquéllas corrientes que actúan en el sentido de la independencia política del
movimiento obrero y aquéllas que actúan en el sentido de la independencia
económica del país. A para tratar de dar con la combinación concreta, es decir
política, de ambas fuerzas… Por ejemplo, es indispensable que precisemos en
relación a esas dos variables —independencia de clase o independencia nacional—
qué significan la fracción Miguel y la fracción pro-Perón dentro de las 62 y de
la CGT. Es muy posible que la fracción Miguel esté más próxima a la
independencia de clase por razones burocráticas, pero sea más claudicante
frente al imperialismo, en oposición a la de Perón que debe ser más
consecuentemente antiyanqui, pero está totalmente en contra de la independencia
política del movimiento obrero, que significaría su liquidación histórica…”(6).
Simplemente, antológico: la independencia política de la clase obrera sería
compatible con una política proimperialista. Así manejaba, el autor de la cita
a la “dialéctica”. Los dos grandes factores de la “revolución” (la
independencia de clase y el nacionalismo) asumían gran importancia..
“electoral”, se contraponían entre sí, y por todo esto la política “correcta”
era que marcharan juntos. La simple lectura de estas verdaderas barbaridades es
suficiente para entender por qué el nuevo partido que habría de crear Moreno,
el PST, luego de algunos éxitos organizativos se transformara en parte del
bloque de la “gobernabilidad” bajo Perón e Isabel y un completo cero a la
izquierda bajo la dictadura.
El PRT (LV) apoyó a “las nuevas 62”, un sector que había
tomado distancia de Perón con vistas a negociar un acuerdo por separado con la
dictadura lanussista. Pero el “partido obrero de los 8” no tuvo oportunidad ni
de morir antes de nacer.
A fines de 1971, el PRT (LV) planteó otro esquema: un polo
socialista, para participar de las elecciones, algo que no tenía nada que ver
con los burócratas “clasistas” ni con los “nacionalistas” económicos. “El polo
socialista no existe, pero hay condiciones para que exista. De aquí que nuestro
partido haya lanzado en forma exploratoria esta consigna. De aquí que estemos
en conversaciones con otros grupos y partidos, que aunque no son revolucionarios
están a favor de estos planteos… El polo socialista, seamos claros, no es el
partido de la vanguardia obrera, pero su creación puede ayudar a que ésta lo
vea como una alternativa” (7).
El polo socialista no tenía todavía programa ni consignas, y
en esto seguramente residían sus méritos para convertirse en “alternativa”, es
decir para captar incautos o para desnaturalizar a luchadores revolucionarios.
“¿Qué entendíamos por tal (por polo socialista)?”, se preguntaba La Verdad
(ídem) “Que en nuestro país—respondía—se diera un fenómeno parecido al de
Chile, pero a una escala muchísimo menor de polarización de corrientes, grupos
o personalidades, en torno a un eje socializante, antimperialista y pro-obrero”
(8). Ni socialista, ni siquiera obrero, sino apenas favorable a…
Moreno no podía decir otra cosa cuando estaba en
“conversaciones” con el grupo “socialista” liderado por Jorge Selser,
integrante de La Hora del Pueblo, y con el de Coral, que había participado del
ENA. Este “polo”, sin embargo, no prosperó.
Que el PRT (LV) haya planteado perspectivas en un acuerdo
con un partido integrante de La Hora del Pueblo demuestra cuán lejos estaba de
una política de independencia obrera y cuán cerca del “nacionalismo” y de la
“institucionalización”. El acuerdo se terminó haciendo con Coral (“polo
socialista”).
En una carta dirigida al PSA (Coral) — noviembre de 1971— el
PRT (LV) señalaba su oposición a La Hora del Pueblo, el ENA y a la consigna
“gobierno popular” pero enseguida aclaraba que “estas diferencias no son
inconveniente para que ambas organizaciones consideren como altamente positivo
el formar un frente obrero y socialista…” (9).
Al final, el “polo socialista” fue presentado como una
maniobra para obtener la personería electoral. “Se trata de una alianza con
fuerzas políticas centristas, como el PSA, que pueden facilitar el logro de la
legalidad política”, que sin embargo, “se debe establecer sobre una base
concisa y clara: Contra el GAN y todas sus variantes; por una Argentina
Socialista; por un gobierno obrero y popular” (10). Moreno no se molestaba en
explicar aquí por qué lo que era descalificado como una maniobra requería un
acuerdo que fuese, además de "conciso”, “claro”, y que por “claro”
entendiera la denuncia del GAN es decir de la Hora del Pueblo y el gobierno de
Lanusse, y no a la propia Hora del Pueblo.
El PRT (LV) no renegará de ninguno de sus planteamientos
anteriores y, en la nueva maniobra, dejará abiertas todas, absolutamente todas,
las opciones.
PSA (SECRETARÍA CORAL)
En marzo de 1972, el PRT (LV) se disolvió en el PSA sobre la
base de una resolución de los Centros Socialistas (de Coral), “Nuestra
coincidencia se basa —decía LV— en que nuestra organización puede suscribir
plenamente el documento de la tendencia de Coral…” (11). La coincidencia dejaba
de ser, entonces, “concisa”, y mucho menos “clara”.
Esta resolución, con muy pocas modificaciones, se convirtió
meses después (agosto 1972) en el programa del PSA. La resolución planteaba “la
elección de un gobierno popular y obrero que asegure el camino hacia la
hegemonía del proletariado y de su partido…”, un planteamiento que delata la
intención de formular un programa muy definido, muy lejos de una maniobra
organizativa. Se trata de una versión, claramente desmejorada, de la fórmula
del “gobierno obrero-campesino” — transición hacia la dictadura del
proletariado, y que por lo tanto no puede ser otra cosa que un gobierno de
organizaciones democratizantes y de ningún modo realmente socialistas. A través
del PSA el morenismo se esfuerza por definir su propia personalidad política,
una “maniobra” que explica por qué los morenistas siempre se jactaron de haber
absorbido al PSA, rechazando haberse “disuelto" en él. ¡Lo uno y lo otro!
Con relación a los métodos de lucha, señalaba “que la
utilización de los medios legales de lucha a su alcance, no deben distraer la
atención del Partido hacia la tarea de adecuar también su organización para
aceptar y desarrollar la lucha por el Poder político, en toáoslos terrenos…”,
invirtiendo los términos de la cuestión que hubieran debido plantear en forma
subordinada los llamados métodos “pacíficos” o “parlamentarios” (“Somos
parlamentarios hasta que se pruebe lo contrario” vendría a ser el eje de la
resolución”).
Por último, la resolución terminaba planteando el
“socialismo nacional” al subrayar que su internacionalismo no significaba
“abdicar a su inalienable derecho a determinar su estrategia y sus tácticas a
dirección u orientación alguna que no emane de las entrañas del proletariado y
del pueblo argentino”. El patrioterismo del planteo no se limita al intelecto,
incluye las vísceras.
Los primeros pasos del “polo” se dirigieron a interesar a
sectores del Partido Socialista Popular y más concretamente a Alicia Moreau de
Justo, buscando ampliarse hacia la derecha, específicamente en dirección a la
socialdemocracia. El intento no prosperó porque el PSP estaba carcomido
internamente, con algunas tendencias, partidarias del ingreso a La Hora del
Pueblo.
A mediados de 1972. el PSA tuvo una entrevista oficial con
el gobierno militar, al que presentó un memorial de varios puntos, básicamente
dirigido a las FF.AA. y a la burguesía.
Allí se planteaba lo siguiente: a) que los militares “se
retiren del ejercicio del poder”; b) un “pacto de garantías nacional, obrero y
popular” con “todos los partidos que se reclaman de la clase obrera y el pueblo
y sostengan la liberación nacional”; es decir, todo el mundo a excepción de
Al-sogaray; c) los firmantes del pacto y la burocracia de la CGT debían
controlar las elecciones, las cuales deberían ser para Asamblea Constituyente;
d) esta Asamblea Constituyente designaría “un gobierno provisorio, obrero y
popular” que “abrirá el camino para la construcción del socialismo”(12). ¡Un
cronograma tan preciso y anticipado no hubiera debido necesitar ni “pactos”, ni
“asambleas”, ni reuniones con gobiernos militares!
Se trató, como se ve, de un planteo que lejos de denunciar
la “institucionalización” lanussista, proponía un acuerdo de conciliación de
clases con los agentes civiles de las FF.AA.
El memorial se veía obligado a aclarar que “nada de esto (o
sea, sus proposiciones) significa depositar confianza, y mucho menos apoyo, en
el gobierno actual que permite (?) el encarcelamiento, la tortura y el ahogo de
los trabajadores y el pueblo”. Todas estas posiciones constituyen el
antecedente político del apoyo brindado-por el morenismo, con posterioridad a
las modificaciones de la Constitución que propugnaba el lanussismo con vistas a
cercenar aun más las libertades democráticas. “Nosotros, a diferencia de los
demás partidos —decía AS N9 26, 23 de agosto de 1972— no cuestionamos las
reformas que quieren introducir por sí las Fuerzas Armadas en la Constitución
de 1853…”
Para esa misma fecha, el PSA dio a conocer su programa
oficial. Este volvió con el tema del “gobierno obrero y popular” que se
explicaba del siguiente modo: “Plantear a los trabajadores que se movilicen
para imponer el inmediato retiro de las Fuerzas Armadas del poder y la
convocatoria, bajo control de la CGT y los partidos obreros y populares, de una
Asamblea Constituyente libre y soberana, elegida en comicios absolutamente
democráticos. Que esta Asamblea Constituyente designe un gobierno provisional
obrero y popular, que eche las bases para la construcción de una Argentina
Socialista”. El “gobierno obrero y popular” no resultaba ser otra cosa que la
convocatoria a una Asamblea Constituyente.
El programa acentúa las características reaccionarias de la
resolución de los centros socialistas referida a los métodos de lucha, esto al
plantear nada menos que “la supresión del rol represivo de las Fuerzas Armadas
y su utilización al servicio de los intereses del capital”, sin reparar que con
una fuerza armada se puede hacer cualquier cosa menos suprimir su rol
represivo. El programa volvía a insisitir en su oposición a la necesidad de una
Internacional, no digamos ya de reconstruir la IV Internacional.
De esta forma, a través del PSA, el morenismo consolida un
programa definido de reformas dentro de las estructuras del Estado burgués y de
colaboración de clases.
EL RETORNO DE PERÓN
Todo este balance demuestra que el morenismo utilizó a la
legalidad electoral como una coartada política para poner en pie un partido
centrista de vocación frentepopulista.
El retorno de Perón agudizó al extremo esta política
capituladora. En setiembre de 1972, Cámpora (delegado de Perón), en un momento
culminante de las negociaciones entre Lanusse y Perón, convocó a una reunión
multipartidaria para “lograr coincidencias nacionales básicas”. La dictadura
militar había planteado que los candidatos a las elecciones debían residir en
el país con anterioridad al 25 de agosto, invitando a Perón a regresar al país
para establecer las “reglas” del GAN o renunciar a la posibilidad de ser
candidato. Perón rechazó el chantaje.
El PSA concurrió a la multipartidaria. “Confiamos —dijo
Coral— en la decisión práctica de Perón que producirá la derogación de ese
decreto absurdo (se refiere a la cláusula del 25 de agosto) con la presencia en
el país y con la movilización de los trabajadores. Y decimos también que ese
retorno de Perón tendrá que producirse, si se produce, no por la vía de la
negociación, del diálogo, del participacionismo, de los buenos modales con
Lanusse, y de la buena letra con los empresarios. Si se produce, se va a
producir como se produjo el 17 de octubre, por la lucha de las masas, porque el
17 de octubre…” (13). “La realidad fue más rica” que el pronóstico de Coral,
pero sirve como muestra de la falta de independencia política e ideológica del
PSA. El propio Coral dijo también en esa reunión: “La solidaridad con todos los
esfuerzos que se hagan por el retorno de Perón a la Argentina porque creemos
que el peor crimen para el avance de las masas obreras en el país sería
imponerles la arbitraria dispersión por el descabezamiento del único jefe que
reconocen disciplinadamente” (ídem). En una declaración especial del Comité
Nacional se agregaba: “En esta encrucijada, la legalidad para Perón y su
derecho a ser candidato puede ser la prenda de unidad de los trabajadores
argentinos y su vanguardia revolucionaria” (14).
La inminencia del retomo de Perón llevó al PSA a plantear:
“Ojalá (el retorno) sea para imponer candidatos obreros luchadores”. Para eso
propuso concretamente: “Perón no debe pactar un candidato con Balbín ni con el
gobierno. Él tiene la obligación de entregar el 80% de sus listas para que sean
llenadas por candidatos obreros elegidos por las bases” (AS N9 38, 15/11/72).
De esta forma, en lugar de decirles a los trabajadores que Perón retornaba como
parte de un programa de acuerdo con el lanussismo y el conjunto de la
burguesía; que su retomo era para desviar a las masas del proceso
revolucionario abierto con el Cordobazo; en lugar de esto el PSA reforzaba el
elemento ilusorio en Perón que aún existía entre las masas.
El PSA (Coral), transformado en PST concurrió a las
elecciones apoyando la política de “institucionalización” como un partido
democratizante más.
EL TRIUNFO DEL FREJULI EL 11 DE MARZO
La caracterización que hizo el PST del triunfo del peronismo-Frejuli en las elecciones del 11 de marzo de 1973 fue absolutamente clara. Según AS, “la clase obrera y gran parte de las capas medias, votando juntas contra Lanusse y lo que él representa, definieron abrumadoramente las elecciones en la primera vuelta, pegando un formidable golpe a los planes ‘institucionalizadores’ de las Fuerzas Armadas” (15). Para agregar, más adelante, que “las elecciones golpearon también a los partidos con los cuales contaba el Ejército para hacer pasar su ‘GAN’”. En síntesis, todos los partidos eran caracterizados como agentes del gobierno militar, menos el frente de Perón con el Vaticano, el imperialismo europeo y la burguesía industrial. GAN y gobierno militar eran dos comodines de los que se valía el PST para no decir que gran parte de la clase capitalista, internacional incluso, había apoyado al Frejuli. Decir que la institucionalización fue derrotada —como dijo AS— porque el candidato lanussista sacó un 5% de votos era una tontería.
Con este balance, el PST fijó su pronóstico y su política
respecto del nuevo gobierno. “La presión de los trabajadores y el pueblo
movilizándose pueden lograr grandes concesiones a los trabajadores, yendo más
allá de lo que tenían calculado… Pensemos nuevamente en el caso de Chile, donde
apretado por las fuerzas sociales antagónicas, la única vía de sustentación del
gobierno es apoyarse en las masas” (16). La comparación con Chile fue realmente
una desgracia: ni la UP en el país trasandino ni el peronismo en Argentina
fueron “más allá de lo que tenían calculado…”, para decir lo menos.
El morenismo aplaudió las primeras declaraciones y medidas
de Cámpora basadas en el programa CGE-CGT de pacto social. “Algunas de estas
medidas propuestas por Cámpora son positivas y el tono de su discurso es
fuertemente antimperialista” (17).Un clásico pronunciamiento stalinista. El
discurso del ministro del Interior, Righi, mereció también el apoyo del PST, y
a pesar de que preservaba a la Policía de una depuración, y planteaba una
especie de ley del olvido (18). En un memorial presentado a Cámpora, el PST
decía: “apoyaremos toda medida positiva…”, recomendándole designar un “gabinete
obrero designado por la CGT” (19).
El morenismo coincidía en todo esto con el mandelismo
(Secretariado Unificado). AS justificó la publicación de una declaración del
SU, porque se trata “de una política correcta frente al peronismo…” (20). La
declaración planteaba el “apoyo crítico” al nuevo gobierno, al que definía como
una “consecuencia de grandes movilizaciones de masas y de las valientes
acciones de la vanguardia”, esto último por los grupos foquistas.
El retorno definitivo de Perón a la Argentina el 20 de junio
de 1973 —masacre de Ezeiza— también fue apoyado por el PST. “La vuelta de Perón
— sostuvo— es uno más entre los triunfos obtenidos por la clase trabajadora en
el curso de las luchas que vienen golpeando al régimen patronal desde el 29 de
mayo de 1969, fecha del Cordobazo” (21). Esta caracterización simplemente
ocultaba que el retorno de Perón había sido accionado por el Vaticano y la
derecha del peronismo para voltear a Cámpora, acusado de incapaz para contener
los “desbordes izquierdistas”. Para colmo de desastres, el PST pronosticó que
la presencia de Perón acentuaría las perspectivas antimperialistas del
peronismo. “En su gobierno (1945-55), el General Perón tuvo fuertes roces con
el imperialismo. Estos roces pueden volver a repetirse y, si el ritmo de las
luchas obreras no decae, producir medidas positivas que, aunque parciales,
rescaten para el país algún sector de nuestra economía, actualmente dominado
por los monopolios” (22).
El derrocamiento de Cámpora por un putsch derechista, que
llevó al gobierno al lopezreguista Lastiri, también fue apoyado por el PST.
“Era correcto aceptar dicha renuncia (la de Cámpora) y dar la posibilidad al
pueblo de votar por Perón” (23); Cámpora en verdad no había renunciado sino que
fue obligado a hacerlo a través de un semigolpe de Estado. El ejército y la
burguesía en su conjunto apoyaron la renuncia de Cámpora y apostaron a que
subiera Perón.
Toda la burguesía y el stalinismo apoyaron la candidatura de
Perón, gestando un frente nacional que obtuvo el 62% de los votos.
La política del PST ante el nuevo gobierno de Perón fue de
apoyo crítico. Criticó el “pacto social” porque los trabajadores no habían sido
consultados.
La política económica del nuevo gobierno mereció el apoyo
del PST. “Este Gabinete Económico — le dijo Coral a Gelbard— ha demostrado una
sensibilidad democrática… Señalamos que estamos complacidos con una serie de
medidas que ha tomado el gabinete económico, como el rompimiento del bloqueo a
Cuba, la importancia que se da al mercado de los países socialistas, a las
relaciones económicas con ellos; también nos complace la exposición del Dr.
Cañero en cuanto al criterio con que enfoca la actividad de la Caja (de Ahorro
y Seguro) los problemas de vivienda, de salud, de las carnes. Nuestra crítica
seguirá por los mismos carriles, pero con respeto y con toda responsabilidad…”
(24).
La política económica
de Perón estuvo naturalmente al servicio del capital: congeló salarios y
convenciones colectivas para imponer por las buenas (inflación cero) y las
malas (regimentación de los sindicatos) su objetivo de “paz social”, esto en
una etapa política extremadamente convulsiva. Por otro lado, sólo entabló
relaciones comerciales con Cuba, China y la URSS después que el imperialismo
yanqui diera la luz verde (viajes de Nixon a China y Moscú).
Desde el punto de vista político, el peronismo se
convertiría en una pieza clave de la política yanqui para América Latina, en especial
para respaldar los golpes militares de Uruguay y Chile, y para abrir
negociaciones con Cuba.
El PST llegó a apoyar el proyecto de la ley de asociaciones
profesionales, (que diera origen a innumerables manifestaciones en su contra
del movimiento obrero), en el que veía “un proyecto con puntos positivos”,
“¿…tenemos que estar en contra de este proyecto de ley?” —se preguntaba AS N2
70 (1/8/73)— “Terminantemente NO”.
EL INGRESO AL “BLOQUE DE LOS 8”
El gobierno de Perón se caracterizó por los golpes que
intentó infringirle a la clase trabajadora, a las libertades democráticas y a
la Juventud Peronista. Produjo una andanada de leyes represivas y de
fortalecimiento de los aparatos represivos y burocráticos.
Perón buscó establecer un gobierno bonapartista; pero no lo
logró. El pacto social, las leyes de asociaciones profesionales, de reformas al
código penal fueron sucumbiendo por las contradicciones internas del gobierno.
El propio Perón se vio entonces obligado a utilizar métodos
terroristas, lo cual se consolidó después de su muerte. Una expresión de lo que
decimos fue el “navarrazo”, (febrero 1974) el golpe policial-fascista en
Córdoba, que desplazó de la gobernación a la izquierda peronista de Obregón
Cano-Atilio López. Perón dejó actuar a estas bandas y, una vez asegurada la
destitución del gobierno provincial, intervino la provincia por vía
parlamentaria.
Un mes más tarde, sin embargo, un reguero de ocupaciones de
fábrica en Villa Constitución terminó en victorias que consolidaron a una nueva
dirección, la encabezada por el entonces clasista Alberto Piccinini.
Perón comprendió que el GAN estaba naufragando por la
beligerancia obrera, y entonces dio dos pasos aparentemente contradictorios.
Abrió una vía de acuerdo con el conjunto de los partidos burgueses
“opositores”, al mismo tiempo que le daba vía libre a las bandas terroristas
(navarrazo, masacre de Pacheco, etc.). El objetivo de éstas era el
aplastamiento de la vanguardia obrera y estudiantil, mientras “los 8”,
preservando el GAN, actuaban como dique “democrático” de contención de los
trabajadores.
Como respuesta al “navarrazo” y a las ocupaciones de fábrica
en Villa Constitución, el PST propuso un frente democrático de naturaleza
frentepopulista. “Todas las fuerzas obreras y populares —proponía AS N2 96,
20/3— deben exhibir su presencia militante y unirse en defensa de las
libertades democráticas. Es necesario y urgente que todos los Partidos
Políticos digan su palabra y actúen en este sentido: enérgicamente, para que
todo el país quede notificado que ninguna aventura golpista contará con el
apoyo de la civilidad”. Una semana después, Coral ingresaba a Olivos junto al
PC y seis partidos patronales (UCR, PRC, PSP, PI, UDELPA, PDP).
El PST más tarde ha querido embrollar las cosas diciendo que
no hubo tal bloque porque no se firmó ningún documento conjunto (basta leer
A.S. del 28 de marzo para ver la vehemencia con que defendieron haber firmado
un documento de principios en el bloque). La política que el morenismo
desarrolló con posterioridad coincide con los términos del documento que
supuestamente no habían firmado.
El PST justificó su ingreso a este bloque diciendo que “nos
está permitido, y a veces es imprescindible, organizar y realizar acciones
prácticas en defensa de los derechos democráticos conjuntamente con
organizaciones y tendencias no proletarias. Esa es la enseñanza de Lenin”
(Respuesta del PST al SU). Agregaba más adelante: la reunión de Olivos, “era un
acto formal de gobierno, de características casi parlamentarias”.
Pues bien, el “bloque de los 8” en dos años —¡y qué años!—
se caracterizó por no hacer ninguna, absolutamente ninguna, acción práctica por
las libertades democráticas. Su función —que el PST ocultó— fue asociar a
direcciones que se reclaman de la izquierda y obreras a una política de
colaboración de clases y de contención de las masas. Por eso la clave está
cuando el PST dice que era un “acto parlamentario”. Eso fue, no una acción
práctica, circunstancial, delimitada, de movilización de las masas sino una
acción de colaboración de clases, parlamentaria, en el terreno del Estado
burgués.
El PST defendió su ingreso y permanencia en este bloque
porque este bloque defendía la “institucionalización”. ¿Qué significaba esto?
“Nosotros la entendíamos como el proceso de conquista de libertades
democráticas abierto por el Cordobazo. Proceso que incluye no sólo las
conquistas democráticas de la clase obrera, sino la existencia de instituciones
burguesas como el parlamento, que creemos es necesario defender de todo posible
golpe de derecha hasta tanto no tengamos la fuerza suficiente para tomar el
poder” (respuesta del PST al SU).
(En oportunidad del triunfo del Frejuli el 11 de marzo, el
PST habría dicho que se había derrotado la “institucionalización”, ahora, que
había que defenderla. La “institucionalización” es usada “a piacere”, pero
siempre en el sentido del apoyo al gobierno peronista). Pero el “bloque de los
8” defendía al gobierno que impulsaba las acciones de la derecha, alegando que
era atacado por ella, es decir que hacía un trabajo inmundo y sucio de
encubrimiento del lopezreguismo. El PST prefirió cobijarse detrás de la
hopocresía de un peligro golpista para defender al gobierno que socavaba las
libertades democráticas y asesinaba a los militantes populares. El PST dejó de
esgrimir el peligro del golpe a partir de julio de 1975, cuando Videla fue
nombrado comandante en jefe y comenzaron los preparativos del golpe militar.
El argumento que dio el PST para defender la
institucionalización no era nada original: retomaba los argumentos clásicos de
los PC, los cuales, en nombre del peligro fascista y derechista, justificaban
el frente popular, o sea la alianza con la burguesía llamada democrática. El
trotskismo demostró que el frente popular era, sin embargo, la antesala del
fascismo que se pretendía combatir y, en último caso, un recurso del
imperialismo contra la posibilidad de una revolución proletaria. La reciente
experiencia chilena con la UP paralizada ante el golpe de Pinochet confirmaba
nuevamente el programa trotkista.
El PST pretendió justificar también su ingreso a este bloque
con el argumento de que ello le permitía un acceso a los medios de comunicación
para denunciar al gobierno y la represión. La realidad fue muy distinta: “El
socialismo de los trabajadores… luchará por la continuidad de este gobierno
—dijo Coral en una de las tantas multisectoriales— porque fue elegido por la
mayoría de los trabajadores argentinos y porque permite el ejercicio de algunas
libertades democráticas…” (25).
Tan paralizante fue este bloque frentepopulista que el PST
—en forma capituladora— llegó a sostener que la UCR “vacilaba” en la lucha
democrática y no que encubría con lenguaje democrático el terrorismo de
derecha. “La seriedad política que hemos encontrado en la UCR (AS N2 130,
28/11/74) nos obliga a hacer nuestra crítica a esta fuerza, máxime cuando, a
nuestro juicio, sus posiciones vacilantes están favoreciendo el crecimiento de
la extrema derecha…” Eso impidió —dijeron más adelante—“que los 9 se
transformen en un núcleo coordinador de una movilización democrática y no
pasen, como ha ocurrido hasta ahora, de una mesa de discusión a todas luces
insuficientes (?) para defender las libertades públicas” (Ídem). El lenguaje de
Codovilla.
La política del PST ante el gobierno de Isabel y López Rega
se basó en la expectativa de una reacción de los partidos burgueses
“democráticos”. “En su momento —AS N9 134, 30/12/74— los Nueve fueron la única
posibilidad seria y real de iniciar un proceso de movilización de masas… Nadie
podría decir que el PST no exploró y seguirá explorando todas las posibilidades
de la realidad…” A eso se resumió su política.
Afines de mayo de 1975, esto es, en el umbral de la huelga
general, el PST seguía afirmando, esta vez ante una declaración (una entre
tantas) del radicalismo: “A los socialistas… la declaración del radicalismo nos
parece que ayuda a la campaña para terminar con la violencia asesina del fascismo…
Creemos que ella contribuye a crear el clima social de repudio necesario para
aplastar al fascismo…” (26). ¡Para el PST, una declaración radical pulverizaba
al fascismo!
Con esta política, el PST no previó ni intuyó la huelga
general de junio-julio de 1975, que iba a demoler al gobierno peronista.
EL PST Y LA HUELGA GENERAL
Apenas se conoció el Plan Rodrigo, la clase obrera ganó la
calle, pasando por encima de la burocracia. En Córdoba y Santa Fe el 6, 10 y 12
de junio se desarrollaron grandes paros activos y también en la zona norte del
Gran Buenos Aires (Ford). Durante todo el mes de junio, los abandonos de planta
fueron permanentes, hasta que finalmente, obligada por las circunstancias, la
burocracia tuvo que decretar un paro activo para el 28.
Las movilizaciones adoptaron de inmediato una proyección
política de ruptura con el gobierno, abriendo paso a una situación
revolucionaria. Las masas —rotas sus ilusiones en el peronismo— emprendieron el
camino de una acción histórica independiente, arrastrando tras de sí a todos
los sectores explotados y poniendo en crisis al régimen de dominación burgués:
el gobierno peronista, sostenido con los métodos del terrorismo y en el sistema
de alianzas del GAN.
La primera reacción del PST ante las manifestaciones
huelguísticas fue… ¡reprocharle a los trabajadores su marcado carácter
antiburocrático! Así, en AS del 13 de junio criticaba, como un error
divisionista, a los obreros de Fiat Córdoba por haber repudiado a un burócrata.
En una situación de huelgas y abandonos de fábrica, el PST se limitó a plantear
que “nada se firme en las paritarias sin discutirlo en asamblea del gremio”
porque “de esta manera, estaremos en mejores condiciones para encarar un plan
de lucha único, que puede llegar a la huelga general” (27). Es decir, ni
siquiera proponía un plan de lucha inmediato y en AS del 21 de junio se
insistía en las mismas generalidades.
La clave para entender esto está en que mientras el PST no
proponía nada para centralizar las luchas del movimiento obrero, firmaba sendos
acuerdos en defensa de la institucionalización en el “resucitado” bloque, ahora
de los 9.
Y acá aparecieron en toda su dimensión los acuerdos de
frente popular: porque no fue la supuesta amenaza de un golpe derechista sino
la huelga general que amenazaba al Estado burgués. El PST, mientras no tenía
consignas para el movimiento obrero sellaba acuerdos con las fuerzas políticas
burguesas en defensa de las instituciones, esto es, del régimen contra el que
se levantaban las masas.
Recién el 30 de junio, es decir, dos días después del paro
activo de la CGT, el PST planteó una perspectiva política a la huelga… pero a
favor de la recomposición burguesa.
“En la Plaza de Mayo el balcón está definitivamente vacío,
pero en el Congreso podemos triunfar”, (28). Es que, según el PST, a los
obreros “los ha reconfortado leer que el bloque sindical de la CGT en la Cámara
de Senadores y Diputados, apoyado por el Frejuli, la UCR y todos los
representantes partidarios apoyan nuestra lucha…”. La canallada política que
hay aquí es enorme. El PST se refugiaba en el Parlamento, absolutamente
paralizado en los días de huelga, y proponía el mantenimiento del gobierno
peronista con un cambio ministerial, con que un sindicalista ocupara la
presidencia del Senado. Arenglón seguido, aclaraba que si la burocracia dividía
al justicialismo “está abierta la posibilidad de que surja un partido basado en
los sindicatos y en la CGT. Se conquistaría así, por esa vía, el objetivo
revolucionario más importante…” (29).
A mediados de julio, planteó la renuncia de Isabel y la
elección por el Parlamento de un gremialista como presidente interino, que
convocaría a una Asamblea Constituyente.
Varios meses después (diciembre), al explicar por qué
retiraban a partir de entonces la consigna de "renuncia de Isabel”, el PST
decía (en AS N2 174, 5/12/75): “La renuncia, tal como la pedimos nosotros, para
abrir paso a elecciones verdaderamente libres ya no es posible. Todas las
grandes organizaciones: la CGT, el Parlamento, los mandos militares, los
partidos políticos patronales, es decir, todas las fiierzas que en la huelga
general de junio-julio estaban detrás del movimiento obrero y reclamando, con algunas
diferencias el alejamiento del Gobierno (por supuesto que con objetivos
distintos a los nuestros) ahora están a favor de que se quede”. Interpretando
que los partidos del recambio burgués estaban por la permanencia de Isabel
abandonaban -ellos también— esa consigna. ¡Pero los partidos patronales en esa
fecha ya estaban por la caída de la presidenta!
La huelga general —como puede apreciarse— acentuó el giro
frentepopulista del PST, no por un cambio en su política sino que ante la
incapacidad del peronismo para contener a los trabajadores y ante el desborde
obrero, la burguesía necesitaba más que nunca de su contrapeso “democrático”. Y
el PST, al igual que el PC, hicieron causa común con la burguesía en favor del
recambio burgués y en defensa de la “institucionalización”. La razón de clase
para ello es que ambos querían seguir alimentándose de las migajas de la
democracia y crecer a su sombra.
Esta política los llevó a abandonar reivindicaciones
elementales de la democracia política. Veamos.
Libertad a los presos: Argumentando contra los
atentados foquistas, el PST planteó que no había que reclamar la libertad de
todos los presos, incluidos los guerrilleros, porque éstos no eran presos
políticos. Sintetizó su posición en el reclamo de libertad a los que están a
disposición del PEN, haciendo del status jurídico burgués de los presos una
divisoria de aguas. Con esta posición, el PST rompía la posibilidad del frente
único por las libertades porque dividía primero a los presos en las cárceles y
al movimiento democrático y segundo, justificaba la represión supuestamente
contra los foquistas, en lugar de denunciarla como pantalla y justificativo
para atacar al movimiento obrero.
Condolencias a los militares: En oportunidad del
asesinato del vicecomodoro Rolando Sileoni, director de Inteligencia del
Ministerio de Defensa, el PST se solidarizó “con el dolor de sus familiares y
colegas…” (AS N9 163, 19/9/75). De esta forma, pretendiendo escudarse en una
posición anti-foquista, el PST se solidarizaba con el alto mando militar, con
los colegas del vicecomodoro, esto es, con los Capellini (los que tres meses
después lanzaron la intentona contrarrevolucionaria).
LA HUELGA DEL SMATA Y LA MULTISECTORIAL DE CÓRDOBA
El gobierno de Isabel intentó recomponerse de la huelga
general sobre la base de un acuerdo con la burocracia sindical verticalista y
un sector de la burguesía industrial representado por el plan Cafiero-Di Telia.
Este se basaba en una tregua social por 180 días, la imposición del Instituto
de las Remuneraciones como paso tendiente a anular los convenios y concesiones
a la burocracia para lograr una cierta regimentación del movimiento obrero.
Este plan estalló con la huelga general del gremio mecánico
ante el llamado laudo 29. Este laudo otorgaba mejoras salariales a la rama
automotriz de la UOM como base para absorber al SMATA en el gremio metalúrgico,
eje del verticalismo. La posición correcta consistía en promover la unidad de
los metalúrgicos y mecánicos contra la burocracia y el gobierno reclamando la
efectivización de las mejoras de la rama automotriz y plantear que las
asambleas de metalúrgicos y mecánicos decidieran soberanamente a qué gremio
debían pertenecer.
En volantes y declaraciones, el PST llamó al gremio mecánico
a reclamar la anulación del laudo 29, con lo que enfrentaba a los mecánicos con
los metalúrgicos, haciendo de la defensa de los previlegios burocráticos de
Rodríguez el eje de su política. De aquí que criticaron a las comisiones
internas mecánicas opositoras (Mercedes Benz, etc.) que apoyaron las
movilizaciones contra la regimentación gubernamental-burocrática pero que se
negaron a servir de comparsa de la burocracia de Rodríguez.
El triunfo de los mecánicos, y las luchas salariales en
bancarios y otros gremios, quebraron este intento de recomposición
gubernamental. La sublevación golpista de la Fuerza Aérea en diciembre de 1975
intentó precipitar la caída del gobierno, abriendo las compuertas a una salida
contrarrevolucionaria. Este intento no prosperó, pero fue marcando todo un
alineamiento golpista en la burguesía y en las FF.AA.
Una consecuencia directa fue el auge terrorista de los meses
de diciembre y enero, con una treintena de secuestros y asesinatos en Córdoba,
lo mismo en La Plata y Villa Constitución, etcétera.
En Córdoba, estas movilizaciones adquirieron un gran
desarrollo e intensidad. El gobierno provincial —intervención
Bercovich-Rodríguez— apeló entonces al método de la multisectorial.
Convocó a una reunión de ese tipo y lanzó demagógicamente la
idea de realizar una "marcha del silencio” de repudio a los secuestros,
pero sin ponerle fecha. Pretendía así diluir la movilización obrera detrás de
una promesa vaga, al mismo tiempo que canalizarla detrás de los planteamientos
burgueses multisectoriales. La Comisión de Familiares de los Desaparecidos tomó
la idea de la “Marcha” y decidió concretarla para la mañana del mismo día de la
multisectorial. Esta iniciativa suscitó rápidamente el apoyo de las principales
fábricas y de todos los sectores obreros, juveniles y populares de la ciudad:
la marcha se perfilaba, así, como una verdadera movilización masiva y unitaria
contra el terrorismo.
Precisamente por esto, la Intervención prohibió la marcha, y
mantuvo la convocatoria de la multisectorial para conservar las expectativas en
una acción deliberativa, controlada, de los partidos burgueses. Lógicamente,
esta multisectorial no resolvió nada pero le sirvió a la intervención para
ganar tiempo y diluir las movilizaciones.
El PST participó de la multisectorial. Ala salida de ésta,
el representante del PST sostuvo: “Nosotros consideramos que es positivo el
inicio de este tipo de reuniones…” (30). Ratificando esta conducta, Avanzada
Socialista del 9/2, agregó: “El sólo hecho de realizarse la reunión era un paso
muy importante en la lucha contra los secuestros”. “Si bien no se tomó ninguna
resolución (sic) la reunión fue muy útil (sic) porque permitió expresar el
repudio generalizado a las bandas armadas y sentó un precedente (sic) para
encarar futuras acciones comunes”. ¿Dónde está la “acción práctica” en defensa
de los derechos democráticos? El PST reivindicó el emblocamiento con los
partidos burgueses liberales, no alrededor de acciones prácticas, delimitadas,
sino como tal: “El solo hecho de realizarse la reunión…”; “…es positivo el
inicio de este tipo de reuniones”, etc. En síntesis: la posición del PST fue de
ocultamiento de la real función y resultado de la multisectorial y esto era
precisamente lo que buscaban la Intervención y los partidos liberales: que las
organizaciones obreras convenzan a los trabajadores en lucha que hay que
reemplazar la movilización por la confianza en las palabras de los políticos,
la Iglesia y gobernantes.
Un mes después estalló el golpe de Videla, que encontró al
PST totalmente desarmado políticamente para enfrentarlo, además de no haberlo
previsto, porque hasta las propias vísperas del golpe insistía en que la
burguesía no quería desplazar al peronismo del gobierno. La primera posición
del PST ante el golpe fue calificarlo de “democrático”, “proinstitucional”,
limitado a reprimir sólo al foquismo y no al movimiento obrero. Sobre esto
volveremos en la próxima nota.
NOTAS
(1) N. Moreno, noviembre de 1970, Después del Cordobazo,
pág. 46, diferenciado del original.
(2) ídem, pág. 46-47, subrayado del original.
(3) ídem, Pág. 47
(4) La Verdad, 13/4/1971.
(5) LV, ídem.
(6) Después del Cordobazo, agosto, 1970, subrayado original,
pág. 40.
(7) LV, N° 293, 8/12/71.
(8) ídem, pág. 3.
(9) La Verdad N° 294,15/12/71
(10) LV N° 295. 22/12/71.
(11) N° 296,9/2/71.
(12) Avanzada Socialista N° 25.
(13) Las Bases, 21/9/72
(14) AS N° 29, 13/9/72
(15) AS N° 52, 15/3/73
(16) ídem, 15/3/73
(17) A.S. N° 61,30/5/73.
(18) A.S. N° 63, 13/6/73
(19) A.S. N° 60, 23/5/73
(20) A.S. N° 63, 13/6/73
(21) A.S. N° 64, 20/6/73
(22) ídem.
(23) AS N° 69, 25/7/73
(24) A.S. N° 79, 10 /10/1973
(25) AS N° 125, 15/10/74
(26) AS N° 148,31/5/75
(27) AS, 13/6/75
(28) 30/6, Boletín especial
(29) AS N° 152, 5/7/75
(30) La Voz del Interior, 24/1/76
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