Perspectivas de la situación de la clase obrera en Chubut y los desafíos del activismo.
Por Iván Marín
Trescientas familias obreras quedaron en la calle con el
cierre de la textil Sedamil en Trelew, pese a que se encontraban ocupando la
fábrica desde el 11 de mayo. Lo que comenzó como una lucha por el pago en
tiempo y forma de sus salarios derivó en la decisión de la patronal del cierre
de la empresa con casi 50 años en la zona.
Los obreros aceptaron en diversas tandas la desvinculación.
Quienes se negaron a aceptar de entrada la propuesta y continuaron con la
ocupación, lo hicieron convencidos de que la fábrica no iba a cerrar debido a
la maquinaria de última generación que posee en la planta.
Luego de la histórica movilización que impulsaron junto a
los trabajadores de la pesca de FYR S. A. y estatales, los obreros de Sedamil
no volvieron a marchar por las calles de Trelew ni a realizar otras medidas
para profundizar la lucha, salvo la permanencia de la ocupación de la planta.
La conducción de la AOT (Asociación Obrera Textil), el intendente de Trelew
Adrián Maderna y el secretario de Trabajo del Chubut, Cristian Ayala,
maniobraron durante semanas buscando desgastar a los trabajadores y apostar a
su aislamiento de la comunidad.
Los grandes organizadores de derrotas
No es la primera vez que las burocracias sindicales entregan
luchas en la zona. Jugaron un papel clave en el desmantelamiento del parque
industrial a comienzos de los noventa. Recientemente el historiador Gonzalo
Pérez Álvarez publicó un libro sobre la historia del movimiento obrero en el
noreste del Chubut (“Historias de la clase obrera en la Patagonia”), donde
plantea que hacia finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta se
comienza con la política estatal desde nación de implantar “polos de
desarrollos” en la provincia, que contaron con la particularidad de ser
alentados mediante vigorosas exenciones impositivas, es decir una
industrialización subsidiada. Los casos textiles en Trelew y de Aluar en Puerto
Madryn son los más emblemáticos para la zona.
“No hubo consulta con la sociedad local, ni articulaciones
con la historia regional y sus tradicionales especializaciones productivas (de
hecho, el polo textil sintético era competitivo con la posible, y más lógica,
industrialización de la lana de oveja). Ese polo desarrollista fue
desarticulado durante los años noventa, generando una serie de nuevas y
abruptas transformaciones sociales en la Patagonia argentina (72)”, afirma.
Sobre la susodicha dependencia absoluta de los subsidios la
burocracia sindical justificó sus prácticas conciliadoras con la patronal:
“Estas características de la clase obrera incidieron en el tipo de
conflictividad y organización que los trabajadores desarrollaron. La
identificación de parte de sus intereses con los dueños de las empresas, la
construcción de alianzas con las patronales y sus organizaciones corporativas,
y la sintonía en un discurso compartido sobre la necesidad de potenciar el
desarrollo de la Patagonia, son elementos claves a través de su historia. Esta
´joven´ clase obrera, que se conformó en lo estructural durante los años
sesenta y setenta, comenzó a desarrollar sus reclamos en un contexto de intensa
vigilancia. Quizá por ello se trataba de conflictos de dimensiones reducidas, vinculados
a las condiciones de trabajo por planta (105-106)”.
Hacia finales de la presidencia de Ricardo Alfonsín, y sobre
todo en los primeros años del menemismo, los subsidios a la actividad
industrial no fueron renovados y con ello se precipitaron los cierres de
fábricas, en el marco de una crisis económica general que se expresaba en un
Estado provincial quebrado, que derivó en una situación similar a la que se
vive en la actualidad en la provincia, con varios años de movilizaciones, y
cuyo punto más alto fue la renuncia del gobernador Néstor Perl en octubre de
1990, en lo que se conoció como “Chubutazo”.
Sin embargo, este proceso contó con límites claros: “En la
región los sindicatos fueron incapaces de generar lazos entre las distintas
fracciones de la clase. Esto se evidenció en la escasa reacción ante el proceso
de despidos masivos y cierre de fábricas. Casi la totalidad de los sindicatos
restringieron su reclamo a exigir la indemnización, o sea a que se respete la
´legalidad´ (123)”, remarca Pérez Álvarez. Y, agrega: “La fractura entre las
fracciones obreras dependientes del empleo estatal y privado, se expresó
constantemente durante el largo conflicto conocido como Chubutazo; el mismo fue
protagonizado por los estatales y generó la caída del gobernador Perl y su
reemplazo por el vice, Cosentino (138).”
Balance y perspectivas para la etapa poscuarentena
Como se sabe, la región patagónica fue una de las más
afectadas por las políticas de ajuste del macrismo, que en realidad habían
comenzado ya a sentirse en el último período de Cristina Fernández al frente
del Ejecutivo Nacional. No solo los índices de desocupación, suspensiones,
precarización laboral y cierres de fábricas crecieron, sino que además se
llevaron adelante reformas laborales de hecho en varios sectores, en especial
en el petróleo, afectando históricas conquistas de los trabajadores.
En Chubut en general, y en el noreste en particular, este
proceso se dio ante una criminal pasividad de las conducciones sindicales. En
especial en el ámbito privado la CGT no convocó a ningún paro regional desde el
período iniciado con el macrismo, solo atinó a plegarse tibiamente a los
escasos paros nacionales, pese a que la zona lideraba los índices nacionales de
desocupación y subocupación. En todos los casos las burocracias sindicales
acompañaron los despidos planteando que solo se podía luchar por
indemnizaciones y esperar a octubre de 2017 primero y de 2019 después y “votar
bien”, es decir al peronismo.
Aunque no fueron pocas las ocasiones en que las conducciones
se vieron desbordadas por las bases. Es lo que ocurrió en junio de 2017 cuando
operarios de la embotelladora Pepsi decidieron acampar afuera de la planta ante
la decisión de la patronal de darle fin a su producción en la zona. La
conducción del Sutiaga (Sindicato Único de Trabajadores de la Industria de
Aguas Gaseosas y Afines) los dejó solos, pero la lucha contó con la solidaridad
de todo el pueblo, aunque derivó en una derrota por la falta de una perspectiva
independiente de las maniobras del gobierno municipal y provincial, entre otras
razones.
El bienio 2018-2019 trajo consigo enormes movilizaciones de
estatales en toda la provincia que puso en jaque en más de una oportunidad la
continuidad de Mariano Arcioni al frente del Ejecutivo. En esta oportunidad las
bases se dotaron de distintas instancias de autoorganización y coordinación que
le dieron una dinámica con rasgos de rebeliones populares al proceso: la
Interhospitalaria de Coordillera, el Plenario Provincial de Delegados Docentes
y distintas asambleas intersectoriales autoconvocadas no solo en las
principales ciudades de la provincia sino también en pueblos más pequeños, son
claros ejemplos al respecto.
La pauperización de las condiciones de vida del pueblo
trelewense se han acentuado en los últimos años. Las clases gobernantes en la
zona han dado claras muestras de no estar en condiciones de preocuparse por
revertir este rumbo, sino más bien al contrario: son las principales
responsables de la descomposición social acelerada que se vive.
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en los años
noventa, donde de conjunto se vivía una etapa de retroceso y derrota a nivel
mundial de la clase obrera, hoy asistimos a un proceso abierto, que en
distintos países se expresa en enormes rebeliones populares contra los
padecimientos del sistema, incluso en el país más importante del mundo: Estados
Unidos.
El proceso de movilizaciones que se desarrolla en Chubut
desde 2018, relativamente aminorado durante la cuarentena, amenaza con pegar un
nuevo salto a medida que la flexibilización del aislamiento obligatorio por el
Covid-19 se termine de concretar. El gobierno provincial no ha resuelto ninguno
de los reclamos de los trabajadores, sino más bien que intenta profundizar no
solo el ajuste sino también volver a intentar con la megaminería. En ese marco
debe leerse la reciente la aprobación de la Legislatura del Chubut para
habilitar al Ejecutivo a renegociar la deuda en dólares con los acreedores
internacionales.
La resistencia de los trabajadores de Sedamil anticipa al
conjunto de las patronales y sus personeros políticos que la clase obrera se
presta a presentar lucha contra los ataques recibidos, más allá del rol de las
burocracias sindicales. La tarea de primer orden por delante es la organización
y deliberación de las bases con vista a coordinar plenarios de trabajadores por
región primero y provincial después. Es la orientación que venimos alentando a
contracorriente del resto de la izquierda desde el Partido Obrero Tendencia.
*Artículo publicado en Política Obrera https://politicaobrera.com/movimiento-obrero/2326-un-balance-sobre-la-dura-derrota-en-sedamil-de-trelew
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