Solo la unidad del conjunto de los obreros textiles podrá
afrontar las maniobras de las patronales y del gobierno para debilitar la lucha
dividiéndola por fábricas. Un breve recorrido desde la instalación del parque
industrial en Trelew hasta el fantasma del “Chubutazo” en tiempos de
cuarentena.
Foto: diario El Chubut |
Por Iván Marín
La movilización de la semana pasada autoconvocada por las
bases textiles y sus delegados marcó un acontecimiento como hacía décadas no
sucedía: la unidad de los trabajadores del rubro de todas las fábricas del
parque industrial de Trelew. Las primeras en tomar nota del asunto fueron las
patronales de la región y su personal político de turno, como así también las
burocracias sindicales. Las ausencias en la marcha de las conducciones de la
AOT (Asociación Obrera Textil) y del SETIA (Sindicato de Empleados Textiles de
la Industria y Afines) son un claro ejemplo al respecto.
El reclamo contra el recorte del más del 50% del salario
para aquellos trabajadores que se encuentran realizando la cuarentena firmado
por la AOT a nivel nacional despertó el repudio de los textiles en varios
puntos del país. Este sector fue uno de los más castigados durante el último
gobierno macrista, con miles de despidos en todo el territorio nacional, y en
particular en Chubut con cientos de despidos, suspensiones y cierres de
fábricas. Podrá preguntarse el lector por qué las bases textiles no se unieron
en los años precedentes. Cualquier intento serio de respuesta implica
adentrarse en la historia de lucha de los trabajadores desde la conformación
del parque textil a comienzos de los setenta, repasar su apogeo en esa década y
la siguiente, y pensar balances de la derrota que implicó el desmantelamiento
de lo que supo ser el motor productivo de Trelew y alrededores.
La promoción industrial impulsada por el Estado en su
expresión tanto nacional, provincial como municipal fue el factor fundamental
para la creación del Parque Industrial en Trelew (PIT), a comienzos de los ´70.
Si bien se constituyó uno de los polos textiles más importantes del país, en el
PIT también se instalaron empresas químicas y metalúrgicas, entre otros
diversos rubros. Según consignan Horacio Osvaldo Ibarra y Carlos Alberto Hernández
en el libro Trelew y su hinterland
1889-1999, a nivel nacional “estaban
eximidas del pago del IVA, y en el orden provincial (decretos 839 y 1.066/83) y
municipal estaban también exentas del impuesto a los Ingresos Brutos,
Inmobiliario y de Sellos, siendo también beneficiadas con tarifas promocionales
para la energía eléctrica” (Pág. 110). Debe agregarse toda la moderna
inversión en servicios proporcionada por el Estado.
Diversas fuentes contabilizan entre 7 y 8 mil obreros
textiles en la década de esplendor del PIT, que va de mediados de los setenta a
la mitad de los ochenta. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín a nivel nacional
y del también radical Atilio Viglione en provincia, comenzaron los primeros
síntomas de crisis cuando se bajaron nuevos proyectos que se disponían a instalarse.
Pero sin dudas, el salto se produjo con el arribo de Carlos Menem a la
presidencia y la desregularización, o nueva regulación, de la economía, que
además de dar de baja los beneficios de la promoción industrial a las
patronales instaladas en la zona, implicó la apertura de las importaciones.
Esto sucedía mientras en la provincia los trabajadores
estatales se levantaban contras las políticas de ajuste del entonces gobernador
pejotista Néstor Perl. Ese proceso se conoció como “Chubutazo”, y si bien logró
el objetivo de la defensa de los puestos de trabajo y la renuncia del Ejecutivo
provincial, también implicó pérdidas de algunas conquistas en los trabajadores
estatales.
Con ese marco de fondo, “En
junio (de 1990) se conformó la CGT <<regional noreste>>, alineada
con la CGT menemista o CGT <<San Martín>>, agrupando a sindicatos
de Trelew y Puerto Madryn. Se expresa el apoyo al gobierno nacional y se elige
secretario general al dirigente de la AOT, justamente un sindicato que agrupaba
a parte de los trabajadores más castigados por el plan económico”, señala
Gonzalo Pérez Álvarez en su Patagonia.
Conflictividad social y neoliberalismo. El noreste del Chubut 1990-2005 (Pág.
90).
El citado trabajo detalla que “Los sindicatos textiles denuncian las suspensiones y el cierre de
algunas fábricas. Se realizan medidas de fuerza por planta, pero ningún paro
general”. De conjunto, las conducciones sindicales nunca plantearon una
salida independiente de las patronales y de las políticas del gobierno, sino
que, por el contrario: “La AOT y SETIA
apoyan el reclamo de los empresarios contra la libre importación y por el
establecimiento de los subsidios”. Incluso más, la susodicha investigación
rescata una declaración que oficiará como muletilla derrotista en las tres
décadas posteriores por parte de las conducciones textiles ante cada crisis en
el sector: “El dirigente de SETIA pide
que se confíe en la negociación y asegura que no es posible la toma de fábricas
o la gestión de los obreros ante los cierres” (Pág. 196).
Todas las iniciativas de resistencias del período recaían en
algunos sectores de las bases textiles y en particular en agrupaciones
opositoras a las conducciones sindicales. Fueron las únicas que se propusieron
unir las luchas de los sectores privados al “Chubutazo” protagonizado por los
estatales. Aunque no contaron con la fuerza suficiente para lograrlo, además de
tener que lidiar con la ferviente oposición de la CGT a la lucha de los
estatales. Esta misma burocracia sindical acompañó cada uno de los ataques del
gobierno y las patronales a los sectores combativos, fueron grandes
organizadoras de derrotas durante décadas.
Por eso no debe extrañar el comportamiento de la CGT del
Valle Inferior del Río Chubut, quienes no le hicieron ningún paro en el período
de la gobernación que comenzó con Mario das Neves y continuó con Mariano
Arcioni (2015-2019), pese a que el aglomerado Trelew-Rawson se mantiene en el
triste ranking de mayor desocupación del país. Lo único que atinaron a hacer
fue adherir tibiamente a los paros nacionales y, desde ya, siguen mirando para
otro lado respecto al nuevo “Chubutazo” protagonizado por las masas estatales
desde hace dos años en la provincia. Como si esto fuera poco, son cómplices del
lobby minero que pretende instalar la megaminería en Chubut.
El despertar de las bases textiles de las últimas semanas
debe seguir el camino de la autoorganización democrática en base a
deliberaciones por fábrica y en particular impulsando grandes asambleas del
conjunto de los textiles. Las patronales, el gobierno y las conducciones sindicales
seguirán con los mismos métodos de siempre: primero intentando dividir la lucha
por fábrica y luego tratando de desgastar cualquier iniciativa.
Para que la lucha triunfe debe basarse en métodos
democráticos. La conducción de la AOT fue elegida por una docena de personas.
¿Cómo puede ser que una conducción tan desprestigiada decida por 600 o 700
trabajadores? Esos burócratas ya tienen sus vidas y las de sus hijos
aseguradas, mientras la inmensa mayoría de los textiles hace malabares para llegar
a fin de mes.
La movilización de la semana pasada en defensa del salario
ha sido tomada como ejemplo por el conjunto de los estatales que protagonizan
el “Chubutazo”, como así también por el propio movimiento No a la Mina, que
esta tarde marchó multitudinariamente por las calles de Esquel. La unidad de
las bases textiles puede convertirse en el puntapié de la unidad del conjunto
de los trabajadores privados y estatales contra las políticas de ajuste que
pretenden hacer pasar con la excusa de la cuarentana que se desarrolla para
paliar la pandemia de coronavirus.
A continuación, se propone un pliego de reivindicaciones y
medidas a ser debatidas por las bases para afrontar el nuevo escenario abierto:
·
por el inmediato pago del salario completo
·
paritarias ya, bajo control de las bases
·
la ocupación de toda fábrica que cierre o
despida
·
apertura de los libros de estas empresas y la
expropiación sin pago bajo control obrero
·
la prohibición de despidos y suspensiones
·
terminar con el trabajo en negro. Pase a planta
permanente de todos los trabajadores textiles
·
un salario mínimo igual al costo de la canasta
básica familiar
·
comisiones de control a cargo de los
trabajadores.
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