La candidata a intendenta de Trelew por el MST se sumó a la lista de ATE encabezada a nivel nacional por Hugo “Cachorro”
Godoy. Un paso más en la consolidación de la deriva electorarera del Frente de
Izquierda a partir de la hegemonía que impuso el PTS y sus recurrentes
volantazos a la derecha.
Hilda Fredes (la señora sentada con la mano en la cabeza), en la presentación de la lista Anusate |
Por Iván Marín
“Crónica de acuerdos oportunistas anunciados” podría había
sido el título del presente artículo si no nos hubiésemos decidido por recurrir
a uno más lineal y literal. Es que el derrotero de alianzas políticas del
Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) a lo largo y ancho del país ya
no depara ninguna sorpresa para persona alguna más o menos al tanto de su
sinuosa trayectoria. Mientras el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT)
anunciaba el acuerdo con el MST en el hotel Castelar de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, en el cual afirmaban mediante un comunicado que rechazaban "de plano todo apoyo a las patronales
agrarias, industriales, financieras y de servicios, alianzas
políticas-electorales con la centroizquierda y acuerdos permanentes con la
burocracia sindical", a 1500 kilómetros de distancia se cocinaba un
acuerdo que involucraba a Hilda Fredes, candidata a intendenta de Trelew por la
alianza MST-MAPU en las elecciones del 9 de junio pasado, y la lista Anusate de
Hugo “Cachorro” Godoy en Chubut para la categoría de jubilados. El MST le hizo un gol al FIT sacando del
medio, ante la pasividad de las fuerzas que lo componen: Partido de los
Trabajadores Socialistas (PTS), Partido Obrero (PO) e Izquierda Socialista
(IS).
En Chubut la alianza del MST con la lista de Cachorro Godoy
no es una sorpresa, sino que ya lleva muchos años. Y no solo eso: parte de la
militancia del MST en la provincia viene del Partido Comunista y durante toda
su trayectoria militante en la zona (más de 30 años en algunos casos, más de 40
en otros), han realizado y participado ininterrumpidamente con listas de la
burocracia sindical ligadas al peronismo o a alguna fuerza de centroizquierda
de moda. Tampoco en el terreno electoral es una sorpresa lo sucedido. La
alianza con MAPU se conformó en 2015 y su
programa no es para nada clasista, sino claramente reformista. Ya hemos
escrito sobre el particular en este link.
Sobre su oportunista trayectoria a nivel nacional se ha
escrito mucho. El PTS, por ejemplo, en un artículo titulado “El MST confirmaque lo suyo es la centroizquierda”, decía, entre otras cosas: “El MST viene de un derrotero que lo acerca
más a la centroizquierda que al Frente de los partidos trotskistas. Luego de
militar activamente por las patronales sojeras de la Mesa de Enlace en 2008,
Bodart fue electo legislador en las listas de Proyecto Sur, encabezadas por
Pino Solanas, en las elecciones de 2011. Ya en aquel tiempo el MST rechazaba a
la izquierda clasista que integró el FIT, acusándola de sectaria y de no dar
cabida a los sectores progresistas caídos de los partidos tradicionales. Con
este argumento, por ejemplo, el MST integró el Frente Cívico de Luis Juez en
Córdoba, que ahora es uno de los principales impulsores de una alianza
opositora UNEN-PRO. En las elecciones de 2013, con la defección de Solanas y
los socialistas auténticos que disolvieron su espacio para integrarse al UNEN,
el MST quedó fuera de competencia en las PASO, tanto en la Ciudad de Buenos
Aires como en la Provincia, donde integró el frente PODEMOS, junto a Víctor De
Gennaro y el PCR”. Como si todo eso no fuera suficiente, por aquellos años
se solidarizó con reclamos salariales de Gendarmería y Prefectura, las mismas
que participaron más adelante en la desaparición forzada seguida de muerte de
Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel, respectivamente, por citar
dos de los tantos casos resonantes del último. A ello se agrega la
incorporación de Adriana Rearte, secretaria General del Seppa (Sindicato de
Empleados Penitenciarios, Policiales y Afines de Córdoba). Sí, el MST tenía (o tiene) entre sus filas
militante a una “rati”.
Los análisis en la izquierda en general coinciden en que
desde la victoria del PTS en las PASO al PO e IS en 2015, el FIT ha dado
profundizado su orientación electoralista y democratizante. Este aspecto se ha
desarrollado sobre todo en el seguidismo al kirchnerismo y al nacionalismo
burgués en cuestiones concretas. En octubre de 2017 escribíamos en este medio un artículo polemizando con la decisión del
PTS en Neuquén, en contraposición a la que tenían el PO e IS, sus dos
aliados del FIT, en torno a la desligar la campaña por la aparición con vida de
Santiago Maldonado de la exigencia de libertad al lonko Facundo Jones Huala.
Por aquel entonces el PTS prefirió seguir a la burocracia que dirige a la
Confederación Mapuche de Neuquén que dar la discusión para incorporar la
exigencia susodicha a las consignas.
Sin embargo, el mayor volantazo a la derecha del PTS, el
cual fue acompañado por todos sus socios del FIT, lo dio en ocasión del
balotaje de Brasil llamando a votar a Fernando Haddad del Partido de los
Trabajadores contra el derechista Jail Bolsonaro. El prontuario antiobrero de
Haddad tiene larga data: cuenta en su haber, entre otras cuestiones, con decenas
de asesinatos en manifestaciones sociales. No faltaríamos a la verdad si
dijéramos que se encuentra incluso a la derecha de Cristina Fernández de
Kirchner o del propio Daniel Scioli. Lo llamativo del caso es que el PTS
polemizando con el PO en el año 2015, durante del balotaje entre Scioli y
Mauricio Macri, manifestaba en un artículo escrito por Matías Maiello, y
titulado “Estrategia y táctica, a propósito del voto en blanco en el balotaje”:
“Sostener que se puede apoyar
políticamente a un bloque burgués ´sin comprometer nunca la independencia
política del movimiento obrero combativo` es una contradicción en los términos,
ya que necesariamente una ubicación estratégica de este tipo deja relegada a un
plano táctico tanto la independencia de clase, como la lucha consecuente por la
conducción (hegemonía) de los potenciales aliados entre los sectores populares
y clases medias empobrecidas”. Es decir, para el PTS el no apoyo a la variante burguesa del balotaje de 2015 era
una cuestión estratégica, mientras que el apoyo al pseudoprogresista de Haddad
en 2018 era táctica. El PTS nos quiso hacer creer que a la derecha se la
detiene en los cuartos oscuros de la democracia burguesa en vez de apostar al
barro de la lucha de clases. Allí el PTS se vuelve a contradecir respecto a lo
que le criticaba al PO tan solo 3 años atrás: “Justamente porque Trotsky piensa la estrategia para los ´momentos
críticos` es que da por hecho que ´combatir contra el mal peor no protege del
mal menor`. Y de ahí, que para estos momentos, busque las vías para desarrollar
organizaciones de Frente Único de masas, no en el terreno electoral sino en el
de la lucha de clases directa. Es precisamente esta ubicación estratégica la
que venimos discutiendo con el PO desde hace tiempo”. Nada más pedagógico
que este último pasaje para explicarle a un novato la esencia de lo que se conoce
como centrismo, es decir virajes entre posiciones revolucionarias y reformistas
y viceversa: en 2015 no votar una opción patronal era estratégico; en 2018
votar a Hadad fue táctico. El centrismo necesariamente lleva consigo
justificaciones oportunistas, pero lo cierto es que el PTS apoyó a Haddad como
profundización de una orientación de seguidismo al kirchnerismo, al reformismo
y al nacionalismo burgués, por una parte; y también porque podría llevar a
diferencias profundas con su agrupación hermana en Brasil, el Movimiento
Revolucionario de Trabajadores (MRT), con quienes integran la Fracción Trotskista-Cuarta
Internacional, los que ya habían decidido antes que el propio PTS apoyar a
Haddad.
Desde entonces el giro a la derecha se expresó en distintas
campañas electorales totalmente lavadas, donde las consignas democráticas, en
particular la legalización del aborto o la denuncia a la casta política (ambas
correctas), le ganaban lugar a aquellas que tienen que ver con las cuestiones
más estructurales. Cabe decir que en todo esto el PTS llevó la delantera al
interior del FIT, en particular con las campañas en Córdoba y Santa Fe. Esta agitación
democratizante la llevó al extremo el partido de Nicolás del Caño y Myriam
Bregman cuando plagiaron un spot del Partido Demócrata de Estados Unidos
protagonizado por Alexandria Ocasio-Cortez, y que en Córdoba difundía la
candidatura de Laura Vilches. Como dijimos en su momento desde Prosa Urgente, “el problema no es tanto que le haya robado
la estratégica comunicativa, sino que a nivel contenido tampoco difieren
demasiado: no hubo reapropiación revolucionaria de la idea, sino reproducción
de un reformismo ramplón de pe a pa”.
Las distintas campañas lavadas del FIT no derivaron en
mejoras electorales, sino por el contrario, se produjo un desplome en varias
provincias donde el Frente de Izquierda supo cosechar importantes porcentajes.
Una de las excepciones fue Chubut, pero con la salvedad que en esta provincia
en realidad solo se tiene personería el PO, haciendo su debut en elecciones a
cargos provinciales, obteniendo un 2,79% en la categoría a gobernador y 2,74%
en la de legisladores, en ambos casos superando ampliamente los 8 mil votos. Si
bien en esta provincia la campaña tuvo como eje tocar problemas de fondo, y en
este sentido fue la única alternativa real a los partidos patronales, tuvo
algunos puntos flojos: el más notorio fue el escaso protagonismo de sus
candidatos a la Legislatura provincial; tampoco llamaron a los independientes y
a otras fuerzas de izquierda a conformar un comité de apoyo a la campaña, que
hubiera redundado en organizar una base importante para la agitación y propaganda
del programa del Partido Obrero. No puede dejar de señalarse que los pocos
militantes del PTS casi no militaron la campaña, siendo que tenían varios
candidatos en la lista a legisladores, y llegando al extremo de la mezquindad
política de sacar su único flyer para redes sociales tan solo 12 horas antes
del acto electoral.
De conjunto los magros resultados en los comicios realizados
fueron los principales argumentos para que el FIT abriera sus puertas a nuevas fuerzas
políticas, destacándose la alianza con el MST ya señalada bajo la denominación
de Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FITU). Esto ya de por sí
habla de la lógica electorarera de su razón de ser hasta el momento: una
campaña que ubica correctamente en un lugar preponderante la denuncia de los
candidatos del FMI (las tres fuerzas políticas patronales principales: Juntos
por el Cambio, Frente de Todos y Consenso Federal), pero que explícitamente no
denuncia los límites de la democracia burguesa ni mucho menos que las
elecciones no resolverán nada favorable para el pueblo trabajador, ni que la
única forma de frenar el ajuste será en las calles.
Muestra de ello fueron los primeros spots que decidieron
difundir algunas de las fuerzas que integran el FITU e incluso el Nuevo MAS,
que se quedó afuera de la alianza. ElPTS publicó un spot al otro día del acuerdo con Nicolás del Caño agitando
solo la legalización del aborto; el Nuevo MAS difundió otro spot con Manuela Castañeira a la cabeza también con consignas
democráticas y, lo más grave, la tapa de su periódico “Socialismo o Barbarie”
con la sola consigna “Con la fuerza de la marea verde”, es decir una agitación
indisimulablemente policlasista y, además, bastante oportunista; por el
contrario a estos ejemplos democratizantes, el PO eligió como tema principal de
su primer spot la denuncia al FMI, aunque tiene el límite de no llamar a la
movilización.
Tapa del periódico Socialismo o Barbarie |
Así como las opciones patronales consolidaron un giro a la
derecha, -Cristina Fernández de Kirchner bajándose de su precandidatura a la
presidencia y designando en la misma a Alberto Fernández; y Mauricio Macri
nombrando al peronista Miguel Angel Pichetto como su vice-, el FIT hizo lo
propio aliándose con la más oportunista de las fuerzas de izquierda, el MST, dando
“otra señal a los mercados”, como socarronamente escribió algún periodista
progre en Twitter. No es en los estrechos límites de la institucionalidad
burguesa ni mucho menos reduciendo las alianzas al ámbito electoral, cómo se
frenarán las medidas de ajuste y represión que se profundizarán luego del 10 de
diciembre. Este estado de cosas no se reduce a campañas electorales y sus
respectivos spots de agitación. Se puede observar en el principal editorialista
que tiene el PTS, cuyo rol hegemónico al interior del FITU es claro para todo
el mundo. El pasado domingo Fernando Rosso, director de La Izquierda Diario,
leyó una editorial de 10 minutos en su programa El Círculo Rojo, donde
llamativamente (¿llamativamente?) no se refirió a los puntos que hicimos
mención más arriba: las elecciones burguesas no resuelven nada a favor de los
trabajadores ni manifestó que necesariamente el ajuste se combate en las
calles, y no solo tibiamente en las urnas. En general las editoriales de Rosso
tienen esa tónica democratizante. Una lectura posible del asunto podría
articular las mismas a las campañas en Córdoba, de donde proviene el
editorialista. Para rastrear el peso ganado por este sector en el PTS quizá
podríamos retrotraernos a la irrupción de Nicolás del Caño, otro militante “exportado”
por la regional cordobesa del PTS, esta vez a Mendoza. ¿Los éxitos electorales
en la provincia cuyana pueden ser leídos como el subproducto de una orientación
democratizante pergeñada en la provincia mediterránea que fueron ganando lugar
luego en el resto del partido? Si esta lectura es correcta, implicaría que un
sector más pequeñoburgués (intelectuales y militantes universitarios) hegemoniza
el partido por sobre otro sector más más plebeyo, vinculado a las zonas
industriales, en particular del conurbano bonaerense. Ello no implica que se
hayan consolidado tendencias o fracciones internas.
Lo cierto es que el carácter progresivo del FIT (ahora FITU)
necesariamente está puesto en cuestión, no solo por la consolidación del rumbo
electorarero, incapaz de lograr expresar unidad en la lucha de clases, sino por
la característica oportunista de sus acuerdos políticos y la agitación
electoral. Sus direcciones parecieran girar a la derecha apostando a una situación
de votos cautivos que considera tiene, o incluso a sabiendas de que puede
generar descontento por izquierda los recurrentes volantazos a la derecha. Sin
embargo, lo que hay que dejar bien en claro, es que agitación del programa
transicional (el cual por el momento ocupa un lugar relegado) y de
reivindicaciones democráticas no debería ir en desmedro de la propaganda
socialista. Ni el FITU ni el Nuevo MAS por el momento parecieran estar
dispuestos a afrontar en el terreno electoral los desafíos que la lucha de
clases demandarán más temprano que tarde.
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