viernes, 5 de enero de 2024

“Lenguaje inclusivo” y clase obrera, una anécdota y algunas reflexiones

Cuando se pierde el norte de lo relevante y se quiere hacer pasar por popular una causa que no lo es ni lo será nunca. Una crítica política al cotillón de la corrección política de les progres.

 




Por Iván Marín

 

Corría el mes de mayo de 2020 y los obstáculos de una cuarentena regimentada bajo la batuta del fascista ministro de Seguridad Federico Massoni no lograron contener la necesidad de movilizar en defensa de puestos laborales y salarios en Trelew. Desde hacía semanas los estatales, con los docentes a la cabeza, se autoconvocaban en plaza Independencia. Exactamente el primer día de la cuarentena coincidió con la ocupación obrera de la pesquera FYRSA en Rawson, que luego se extendió a un depósito que tenían en el parque industrial trelewense. En paralelo, los trabajadores Sedamil desde abril venían reclamando deudas salariales que terminó con la ocupación de la histórica empresa textil. Estas luchas coincidían en que eran autoconvocadas y en tener a las respectivas conducciones sindicales como parte del problema. Durante varias semanas transcurrieron sin ningún tipo de coordinación. El miércoles 13 de mayo, en un Gol gris destartalado, tres compañeros, dos de los cuales eran docentes, nos acercamos al acampe de los trabajadores de FYRSA en Trelew a llevarles solidaridad e invitarlos a una movilización docente que se desarrollaría al otro día por la mañana en el centro de la ciudad. El jueves, cuando la marcha estaba por terminar, un grupo de 15 o 20 compañeros de FYRSA se acercaron con sus banderas. Se finalizó el recorrido en plaza Independencia y se improvisó una asamblea, en la que los tres compañeros mencionados más arriba propusimos hacer una movilización conjunta. La moción fue aprobada por unanimidad pero la lista Lila no quiso ponerle fecha a una reunión para coordinar la actividad, por lo que nuevamente intervinimos los tres compañeros y propusimos reunirnos en el acampe de FYRSA el sábado e invitar a los trabajadores de Sedamil. La Lila no sólo no participó de esa reunión sino que la boicoteó entre su grupo cercano. El sábado se llevó adelante el encuentro, al que se sumaron compañeros de organizaciones sociales y políticas y también activistas independientes. Los compañeros de una organización guevaristas se encargaron de hacer el flyer de convocatoria para el miércoles 20 de mayo. El borrador del afiche salió muy bien aunque contó con un detalle no acordado en la reunión: fue redactado en “lenguaje inclusivo”. Sin mediar discusión alguna, el flyer fue modificado ante la inquietud de los trabajadores de FYRSA y Sedamil y de algunos otros compañeros que estábamos en la organización. El miércoles la actividad fue un éxito, se movilizó desde el parque industrial hasta el centro y se hicieron presentes entre 1500 y 2000 personas. Como no podía ser de otra manera, la lista Lila de la ATECh, luego de boicotear la actividad, no sólo participó en ella sino que además aparateó y se sumaron como únicos representantes entre los oradores del sector docente. Fue la primera movilización autoconvocada del que se tenga registro en las últimas dos décadas entre el sector industrial y el estatal. En ese sentido, fue una acción histórica.

 



La anécdota no pretende mofarse de la organización guevarista mencionada sino poner de manifiesto ciertas prácticas naturalizadas en el activismo progre, y esto incluye a la mayor parte de la izquierda, con el FITU a la "vanguardia". En el caso en particular del que hablamos, se buscó atribuirles a los trabajadores involucrados, en especial a los del sector industrial, una forma de expresión que les es indiscutiblemente ajena: el uso del “lenguaje inclusivo” en general, y en particular el de la “x” en la escritura. Algo que es ostensiblemente ultramarginal, por medio de un decretazo progre de necesidad y urgencia, pasaría a ser masivo, pues eso indicaría el uso de la “x” en el flyer de una convocatoria obrera. Desde ya, el éxito de la marcha no tuvo que ver con la no utilización de este “lenguaje”, sino por los objetivos que se propuso y porque sus principales involucrados la hicieron suya, la militaron y empalmaron sus necesidades con la crisis laboral que aqueja a la ciudad hace más de una década. La consigna fue contundente “Sin salarios no hay cuarentena”. Se entabló un diálogo directo entre los trabajadores que convocaron y el resto de la sociedad, sin la mediación que hubiera implicado la utilización de la “x”. O sea, que quienes se sumaron a la organización de la actividad no pretendieron “sustituir” el rol de los principales protagonistas agregando consignas artificiales en el contenido ni en la forma de su agitación. Así es como se debe intervenir en las luchas, hacerlo de otra forma es aparatear y poner intereses de un círculo reducido por sobre los de la generalidad (y ello, desde ya, no implica que los intereses de las mujeres o del movimiento LGTBI sean ajenos a los de la mayoría, sino que la forma en que este grupo reducido intenta expresarlo es lo que está en cuestión).


Esto último es lo que ocurrió con la convocatoria al cacerolazo y la asamblea para el martes 2 de enero último en Trelew, en la que un grupo de la comisión de comunicación y agitación de la asamblea decidió emitir un flyer en lenguaje inclusivo sin haberlo consultado con el resto de la asamblea. No estamos ante meros errores sino ante prácticas conscientes. Por un lado, es autoritario que un grupo se atribuya la forma de expresarse de la generalidad de la asamblea, pero lo más grave es que eso no representa al común del pueblo. Si una asamblea decide difundir sus documentos en “lenguaje inclusivo” lo más probable es que eso no sea una asamblea popular, sino la asamblea del activismo, o de sectores puntuales como pueden ser el cultural y/o académico (universitario y de investigación, porque entre la juventud del secundario la “x” juega de visitante y sin convocatoria). A riesgo de simplificar, podemos entender lo “popular” en al menos dos formas: 1) por su masividad (uso) y 2) por representar los intereses o inquietudes de las masas. La “x” y su hermana gemela en la oralidad, la “e”, están ausentes en ambas formas. No se trata de adherir o no a los criterios de la Real Academia Española (RAE), no estamos ante una cuestión exclusivamente lingüística, sino ante una discusión política. Así y todo, quienes buscan imponer el “lenguaje inclusivo” -atención, solo quienes buscan imponer, no todos quienes lo usan-, guardan ciertas similitudes no menores con la RAE, pues tienen como objetivo su institucionalización, y en la mayoría de los casos a como dé lugar: por ejemplo, sin sonrojarse, hay quienes postulan que como la crisis que vive el país es catastrófica, no tiene sentido discutir que los documentos se publiquen o no con “lenguaje inclusivo” con el único objetivo de disimular su autoritarismo y terminar imponiendo la “x”. “Total, hay discusiones más importantes”, dicen.

 

La lucha del movimiento de mujeres fue claramente lo más cualitativo de la última década. Esta caracterización para que sea -o intente ser- completa, no puede estar exenta de críticas a los límites objetivos y subjetivos del movimiento. La estrategia del feminismo radical, marcada sobre todo por el punitivismo, los escraches -en muchos casos sin importar si las denuncias eran verdaderas o no-, la tónica antivarones -en contra de que los trabajadores movilicemos, entre otras cosas-, el uso autoritario -léase bien, solo el uso autoritario, no cualquier uso- del “lenguaje inclusivo”, y la catástrofe social engendrada por la política económica del progresismo, es decir del PJ-kirchnerismo, todo eso le allanó el camino a Milei y a la derecha más reaccionaria para llegar a la presidencia. Hacerse el desentendido, es decir, mirarse el ombligo, y ofenderse como un niño de jardín de infantes cuando se hacen estas observaciones, es actuar con infantilismo político. Los balances políticos son una práctica que debieran estar internalizada entre las militancias. Es algo elemental. No debe dejar de subrayarse que la mayor parte de la izquierda, en especial el FITU y organizaciones populistas, no estuvieron a la altura de las circunstancias y le hicieron seguidismo por mero cálculo electoral a este "sentido común" progre durante las últimas décadas.

 

Lo llamativo del caso -o quizás no tanto-, es que fue el propio peronismo quien primero tomó revista de esta situación y comenzó un balance interno y público sobre algunos rasgos del “sentido común” progre mencionado más arriba. Lo hacen movidos por una especulación electoral pero así y todo muestran mayores reflejos que la izquierda que se autopercibe clasista. La crítica al uso del “lenguaje inclusivo” no debe implicar su censura. La discusión pasa por quienes lo intentan imponer. Esto no ocurre solamente en las actividades que involucra a sectores del progresismo, sino en conquistas democráticas, como por ejemplo la Educación Sexual Integral (ESI), donde no han sido pocos los casos en que docentes la aprovecharon para intentar imponerles estas formas de expresión a sus estudiantes. Un crimen pedagógico por donde se lo mire.

 

En definitiva, la inmensa mayoría de los trabajadores y el pueblo no hablamos ni escribimos en “lenguaje inclusivo”. Podrá ser legítimo dar la discusión para que cambiemos nuestra forma de expresarnos, siempre y cuando detrás de ese “debate” no se escondan imposiciones encubiertas. Más en general, el “lenguaje inclusivo” es una de las formas en que se materializó en la lengua castellana el denominado “giro lingüístico” de finales de los ´70 en adelante, es decir, la expresión en la academia de la derrota de la revolución en las calles en aquellos años. Los vasos comunicantes entre el neoliberalismo de los Milei y Macri y el “lenguaje inclusivo” son mayores de los que parecen a simple vista. La mayor parte de la izquierda que se pretende revolucionaria se adaptó a este estado de cosas en detrimento de la estrategia revolucionaria. Ya lo dijo Trotsky en su momento: “La crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”. La superación de este cotillón progre, cuya única función objetiva -léase bien, se dice objetiva, es decir, más allá de las intencionalidades de sus sujetos- es distraccionista respecto de los verdaderos problemas que aquejan a los trabajadores, se dará por el propio desarrollo de la lucha de clases, condición necesaria para la construcción de una verdadera herramienta revolucionaria, como lo es un partido obrero y socialista.

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