Cuando se pierde el norte de lo relevante y se quiere hacer pasar por popular una causa que no lo es ni lo será nunca. Una crítica política al cotillón de la corrección política de les progres.
Por Iván Marín
Corría el
mes de mayo de 2020 y los obstáculos de una cuarentena regimentada bajo la batuta del
fascista ministro de Seguridad Federico Massoni no lograron contener la
necesidad de movilizar en defensa de puestos laborales y salarios en Trelew.
Desde hacía semanas los estatales, con los docentes a la cabeza, se
autoconvocaban en plaza Independencia. Exactamente el primer día de la
cuarentena coincidió con la ocupación obrera de la pesquera FYRSA en Rawson,
que luego se extendió a un depósito que tenían en el parque industrial trelewense.
En paralelo, los trabajadores Sedamil desde abril venían reclamando deudas
salariales que terminó con la ocupación de la histórica empresa textil. Estas luchas coincidían en que eran autoconvocadas y en tener a las respectivas conducciones
sindicales como parte del problema. Durante varias semanas transcurrieron sin
ningún tipo de coordinación. El miércoles 13 de mayo, en un Gol gris
destartalado, tres compañeros, dos de los cuales eran docentes, nos acercamos
al acampe de los trabajadores de FYRSA en Trelew a llevarles solidaridad e
invitarlos a una movilización docente que se desarrollaría al otro día por la
mañana en el centro de la ciudad. El jueves, cuando la marcha estaba por
terminar, un grupo de 15 o 20 compañeros de FYRSA se acercaron con sus
banderas. Se finalizó el recorrido en plaza Independencia y se improvisó una
asamblea, en la que los tres compañeros mencionados más arriba propusimos hacer
una movilización conjunta. La moción fue aprobada por unanimidad pero la lista
Lila no quiso ponerle fecha a una reunión para coordinar la actividad, por lo
que nuevamente intervinimos los tres compañeros y propusimos reunirnos en el
acampe de FYRSA el sábado e invitar a los trabajadores de Sedamil. La Lila no sólo
no participó de esa reunión sino que la boicoteó entre su grupo cercano. El sábado
se llevó adelante el encuentro, al que se sumaron compañeros de organizaciones
sociales y políticas y también activistas independientes. Los compañeros de una
organización guevaristas se encargaron de hacer el flyer de convocatoria para
el miércoles 20 de mayo. El borrador del afiche salió muy bien aunque contó con
un detalle no acordado en la reunión: fue redactado en “lenguaje inclusivo”. Sin
mediar discusión alguna, el flyer fue modificado ante la inquietud de los
trabajadores de FYRSA y Sedamil y de algunos otros compañeros que estábamos en
la organización. El miércoles la actividad fue un éxito, se movilizó desde el
parque industrial hasta el centro y se hicieron presentes entre 1500 y 2000
personas. Como no
podía ser de otra manera, la lista Lila de la ATECh, luego de boicotear la
actividad, no sólo participó en ella sino que además aparateó y se sumaron
como únicos representantes entre los oradores del sector docente. Fue la
primera movilización autoconvocada del que se tenga registro en las últimas dos
décadas entre el sector industrial y el estatal. En ese sentido, fue una acción
histórica.
La anécdota no pretende mofarse de la organización guevarista mencionada sino poner de manifiesto ciertas prácticas naturalizadas en el activismo progre, y esto incluye a la mayor parte de la izquierda, con el FITU a la "vanguardia". En el caso en particular del que hablamos, se buscó atribuirles a los trabajadores involucrados, en especial a los del sector industrial, una forma de expresión que les es indiscutiblemente ajena: el uso del “lenguaje inclusivo” en general, y en particular el de la “x” en la escritura. Algo que es ostensiblemente ultramarginal, por medio de un decretazo progre de necesidad y urgencia, pasaría a ser masivo, pues eso indicaría el uso de la “x” en el flyer de una convocatoria obrera. Desde ya, el éxito de la marcha no tuvo que ver con la no utilización de este “lenguaje”, sino por los objetivos que se propuso y porque sus principales involucrados la hicieron suya, la militaron y empalmaron sus necesidades con la crisis laboral que aqueja a la ciudad hace más de una década. La consigna fue contundente “Sin salarios no hay cuarentena”. Se entabló un diálogo directo entre los trabajadores que convocaron y el resto de la sociedad, sin la mediación que hubiera implicado la utilización de la “x”. O sea, que quienes se sumaron a la organización de la actividad no pretendieron “sustituir” el rol de los principales protagonistas agregando consignas artificiales en el contenido ni en la forma de su agitación. Así es como se debe intervenir en las luchas, hacerlo de otra forma es aparatear y poner intereses de un círculo reducido por sobre los de la generalidad (y ello, desde ya, no implica que los intereses de las mujeres o del movimiento LGTBI sean ajenos a los de la mayoría, sino que la forma en que este grupo reducido intenta expresarlo es lo que está en cuestión).
Esto
último es lo que ocurrió con la convocatoria al cacerolazo y la asamblea para el
martes 2 de enero último en Trelew, en la que un grupo de la comisión de
comunicación y agitación de la asamblea decidió emitir un flyer en lenguaje inclusivo
sin haberlo consultado con el resto de la asamblea. No estamos ante meros
errores sino ante prácticas conscientes. Por un lado, es autoritario que un
grupo se atribuya la forma de expresarse de la generalidad de la asamblea, pero
lo más grave es que eso no representa al común del pueblo. Si una asamblea
decide difundir sus documentos en “lenguaje inclusivo” lo más probable es que
eso no sea una asamblea popular, sino la asamblea del activismo, o de sectores puntuales como pueden ser el cultural y/o académico (universitario y de
investigación, porque entre la juventud del secundario la “x” juega de
visitante y sin convocatoria). A riesgo de simplificar, podemos entender lo “popular”
en al menos dos formas: 1) por su masividad (uso) y 2) por representar los
intereses o inquietudes de las masas. La “x” y su hermana gemela en la oralidad,
la “e”, están ausentes en ambas formas. No se trata de adherir o no a los
criterios de la Real Academia Española (RAE), no estamos ante una cuestión
exclusivamente lingüística, sino ante una discusión política. Así y todo,
quienes buscan imponer el “lenguaje inclusivo” -atención, solo quienes buscan
imponer, no todos quienes lo usan-, guardan ciertas similitudes no menores con
la RAE, pues tienen como objetivo su institucionalización, y en la mayoría de
los casos a como dé lugar: por ejemplo, sin sonrojarse, hay quienes postulan que
como la crisis que vive el país es catastrófica, no tiene sentido discutir que
los documentos se publiquen o no con “lenguaje inclusivo” con el único objetivo
de disimular su autoritarismo y terminar imponiendo la “x”. “Total, hay
discusiones más importantes”, dicen.
La lucha
del movimiento de mujeres fue claramente lo más cualitativo de la última década.
Esta caracterización para que sea -o intente ser- completa, no puede estar
exenta de críticas a los límites objetivos y subjetivos del movimiento. La
estrategia del feminismo radical, marcada sobre todo por el punitivismo, los
escraches -en muchos casos sin importar si las denuncias eran verdaderas o no-,
la tónica antivarones -en contra de que los trabajadores movilicemos, entre
otras cosas-, el uso autoritario -léase bien, solo el uso autoritario, no
cualquier uso- del “lenguaje inclusivo”, y la catástrofe social engendrada por
la política económica del progresismo, es decir del PJ-kirchnerismo, todo eso
le allanó el camino a Milei y a la derecha más reaccionaria para llegar a la
presidencia. Hacerse el desentendido, es decir, mirarse el ombligo, y ofenderse
como un niño de jardín de infantes cuando se hacen estas observaciones, es
actuar con infantilismo político. Los balances políticos son una práctica que
debieran estar internalizada entre las militancias. Es algo elemental. No
debe dejar de subrayarse que la mayor parte de la izquierda, en especial el
FITU y organizaciones populistas, no estuvieron a la altura de las
circunstancias y le hicieron seguidismo por mero cálculo electoral a este
"sentido común" progre durante las últimas décadas.
Lo
llamativo del caso -o quizás no tanto-, es que fue el propio peronismo quien primero tomó revista de esta situación y comenzó un balance interno y público sobre
algunos rasgos del “sentido común” progre mencionado más arriba. Lo hacen
movidos por una especulación electoral pero así y todo muestran mayores
reflejos que la izquierda que se autopercibe clasista. La crítica al uso del “lenguaje
inclusivo” no debe implicar su censura. La discusión pasa por quienes lo
intentan imponer. Esto no ocurre solamente en las actividades que involucra a
sectores del progresismo, sino en conquistas democráticas, como por ejemplo la
Educación Sexual Integral (ESI), donde no han sido pocos los casos en que
docentes la aprovecharon para intentar imponerles estas formas de expresión a
sus estudiantes. Un crimen pedagógico por donde se lo mire.
En
definitiva, la inmensa mayoría de los trabajadores y el pueblo no hablamos ni
escribimos en “lenguaje inclusivo”. Podrá ser legítimo dar la discusión para
que cambiemos nuestra forma de expresarnos, siempre y cuando detrás de ese “debate”
no se escondan imposiciones encubiertas. Más en general, el “lenguaje inclusivo”
es una de las formas en que se materializó en la lengua castellana el denominado
“giro lingüístico” de finales de los ´70 en adelante, es decir, la expresión en
la academia de la derrota de la revolución en las calles en aquellos años. Los
vasos comunicantes entre el neoliberalismo de los Milei y Macri y el “lenguaje
inclusivo” son mayores de los que parecen a simple vista. La mayor parte de la
izquierda que se pretende revolucionaria se adaptó a este estado de cosas en
detrimento de la estrategia revolucionaria. Ya lo dijo Trotsky en su momento: “La
crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”. La
superación de este cotillón progre, cuya única función objetiva -léase bien, se
dice objetiva, es decir, más allá de las intencionalidades de sus sujetos- es
distraccionista respecto de los verdaderos problemas que aquejan a los
trabajadores, se dará por el propio desarrollo de la lucha de clases, condición
necesaria para la construcción de una verdadera herramienta revolucionaria,
como lo es un partido obrero y socialista.
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