Un nuevo capítulo reaccionario de la “fiesta de la democracia” se esgrimirá en cuestión de horas.
Por Iván Marín
Las diatribas de amplios sectores del “progresismo” argento
contra todos aquellos que no apoyan al derechista de Sergio Massa pegaron un
salto luego de las elecciones generales de octubre y se multiplicaron a un
nivel cuasi delirante en la última semana. Quizás -sólo quizás- el cenit lo
represente la frase esgrimida en su cuenta de Instagram por una de las principales
referentes del feminismo vernáculo, Malena Pichot: “Votar a Massa no te hace
peronista; votar a Milei te hace cómplice de la dictadura”. Que una persona
de aguda inteligencia y humor ácido como Pichot, no escatime esfuerzos por quedar
en ridículo en defensa de una causa que considera justa, es una muestra más de
la impotencia política en la que está sumida la “centroizquierda” -las comillas
no son decorativas- que gobierna el país, tras el fracaso del macrismo al
frente del Ejecutivo Nacional. Resulta que, para esta gente, generaciones que
nacieron biológica y políticamente con varios años de posterioridad a la última
dictadura militar pueden convertirse en cómplices del genocidio por el mero
hecho de votar a un personaje de tintes fascistoides como Javier Milei. En la
llamativa sentencia estos popes defensores de la “democracia” omiten el contenido
de clase de los gobiernos desde la caída de la última dictadura a la actualidad,
que no solo es el mismo que defendieron los militares, sino que lo llevaron más
lejos, profundizando la reestructuración reaccionaria de las condiciones de
vida del pueblo trabajador durante el alfonsinismo y el menemismo, que no fue
revertida en lo más mínima por el PJ-kirchnerismo en las últimas dos décadas. Erigir
un muro infranqueable entre la democracia burguesa y uno de sus anversos, en
este caso gobiernos militares, disimula los intereses de fondos que defienden
los circunstanciales adversarios. En el balotaje no asistimos a una contienda
entre dictadura y fascismo. Esas batallas solo tangencialmente se dan en los
cuartos oscuros de la democracia burguesa, pues el fascismo es un movimiento de
masas que esgrime sus diferencias de clase en el decisivo terreno de la “calle”.
De un lado, Sergio Massa, el hombre elegido hace más de una
década por la Embajada de Estados Unidos en el país; del otro -¿del otro?-,
Javier Milei, un imbécil sin ningún dote más que el de bufón carente de gracia,
puesto en el escenario político con el objetivo de correr la agenda más a la
derecha de lo que ya se encontraba. Este balotaje reaccionario es la expresión
electoral de la crisis terminal del régimen político parido tras la caída de la
última dictadura militar, en 1983. Cualquiera sea el resultado de este domingo,
lo que vendrá serán intentos abiertos y frontales para cambiar la correlación
de fuerza entre la gran patronal y el capital financiero de un lado, y los
trabajadores y el pueblo del otro, o sea una guerra abierta entre capital y
trabajo que abrirá paso a grandes e inevitables enfrentamientos en los que la
papeleta electoral no jugará ningún rol significativo. La muestra más cabal de
la incertidumbre en que se llega al balotaje se vio en el pseudo debate de
candidatos el domingo pasado, que Massa ganó por goleada, expresando su mayor
preparación como cuadro político de la burguesía, pero que no le asegura una
victoria este 19. E incluso más. No debe descartarse una victoria relativamente
holgada de Milei.
El desconcierto que atraviesa al personal político de la
burguesía para darle una salida propia a la crisis económica en que se
encuentra inmerso el país hace más de una década se explica por el potencial de
resistencia de la clase trabajadora argentina. Crisis de los “arriba” y derrumbe
económico histórico preparan las condiciones para el tercer factor que precisan
las situaciones revolucionarias: la intervención decidida de las masas en
defensa propia. El Chubutazo, el Jujeñazo y el levantamiento de los “elefantes”
neuquinos, en los últimos dos años, pueden leerse como un anticipo concreto a
esta inexorable y pronta intervención.
De todo lo anterior, se debiera desprender que se estaría
ante un terreno fértil para el crecimiento de la izquierda que se pretende
revolucionaria. Sin embargo, su principal conglomerado, el Frente de Izquierda,
se encuentra totalmente integrado al sistema y su intervención en este complejo
escenario es meramente electoral. Es lo que explica el apoyo vergonzante a
Massa de los partidos que lo integran, con la excepción de Izquierda
Socialista, a quien le cabe al menos la honestidad de llamar abiertamente a
votar al actual ministro de Economía. Por su parte, el PTS, el partido de
Myriam Bregman y Nicolás del Caño; el PO oficial de Solano y el MST, con sus
matices, llaman explícitamente a no votar a Milei y no militan el voto en
blanco, el nulo ni el ausentismo, es decir, se eximen de organizar desde una
perspectiva clasista el descontento generalizado de los explotados en el
balotaje. Esta capitulación a la corrección política ´progre` se explica por la pretensión de cuidar la imagen de sus figuras públicas y con ello el kiosquito
parlamentario, el principal sostén económico de estas fuerzas políticas y el
único punto de apoyo como frente.
Otras fuerzas más chicas de izquierda, en su mayoría
trotskistas, como Política Obrera, La Causa Obrera o el Partido Obrero
Revolucionario, desde posturas más o menos similares, llaman correctamente al
voto en blanco, nulo o al ausentismo. Lo hacen desde un claro límite sectario:
no demostraron ningún esfuerzo por articular un frente militante con esta
orientación estratégica para el balotaje, lo que convierte a estas iniciativas
en testimoniales. El “votoblanquismo” careció de una coordinación clasista que
le diera un norte propio al descontento de las masas en creciente
pauperización.
Como se dijo, lo que vendrá luego de 19N, será más ajuste y
represión. Mientras se terminan de escribir estas líneas, nos llegó la
información de que el lonko Facundo Jones Huala, preso político mapuche de los
Estados argentino y chileno, comenzó una huelga seca “hasta las últimas
consecuencias” contra su extradición al país trasandino. Una vez más, para lo que vendr: sólo la
intervención decidida de las masas logrará revertir los planes capitalistas. ¡Ninguna
confianza en las burocracias sindicales, de los movimientos sociales de
desocupados ni en los partidos políticos patronales! ¡Por autoconvocatorias de
trabajadores y la autoorganización obrera y popular! ¡Por la huelga general en
defensa propia! ¡Por un Gobierno de Obrero y Socialista!
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